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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Yo voy solo a Laguardia y la tomo, o a lo más con mi cuñado Bautista. Se echaron todos a reir de la fanfarronada, pero viendo que Martín insistía, diciendo que aquella misma noche iban a entrar en la ciudad sitiada, pensaron que Martín estaba loco. Briones, que le conocía, trató de disuadirse de hacer esta barbaridad, pero Zalacaín no se convenció.
50 Mas los judíos concitaron mujeres pías y honestas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de sus términos. 51 Entonces sacudiendo en ellos el polvo de sus pies, vinieron a Iconio. 52 Y los discípulos estaban llenos de gozo, y del Espíritu Santo.
Los marineros, que también participaban de él, se habían descuidado, y la falúa, abandonada a sí misma, se acercó a la orilla y embarrancó. En vez de susto, lo que aquel lance produjo fue risa y algazara. Los marineros se remangaron los pantalones y se echaron al agua, y al momento nos pusieron a flote. Pero la paciencia del tío de Elenita había tocado a su fin.
Le vi subir al tablao, le vi sentarse en el banco, le vi besar el cristo que le ponían delante, y cuando le echaron el pañuelo sobre la cara, entonces me puse a correr y no paré hasta casa... Habíamos llegado, en efecto, al Campo de Guardias y veíamos a lo lejos alzarse el lúgubre armatoste sobre el mar de cabezas humanas que lo circundaba.
Y no se quejó, sino que dijo así: «Pues por eso, hijos míos, os tengo de defender más, porque os tienen tan martirizados que no tenéis ya valor ni para agradecer.» Y los indios, llorando, se echaron a sus pies, y le pidieron perdón. Y, entró en Ciudad Real, donde los encomenderos lo esperaban, armados de arcabuz y cañón, como para ir a la guerra.
Los chicos se echaron a reír en inmenso coro, y el animal volvió a hacer la rueda y a echarles otra arenga, diciendo «amados compatricios míos...» con el cuello rojo cual la esencia del bermellón, el moco tieso, las carúnculas inyectadas como un orador herpético. Más gritaban ellos, más gargajeaba él. A cada voz respondía con sus estornudos y su carcajada.
Después de vacilar mucho, ardiendo en deseos de oírnos pregonados por las calles, nos decidimos a darlo de balde, «aunque sólo por una vez;» los chicos, tomando los puñados de ejemplares que yo les repartía embargado de emoción, se echaron a correr gritando: «El primer número de La Abeja, periódico científico y literario, a dos cuartos».
Bajaron los mozos sin tropiezo su carga; Pepe y Millán tendieron en la camilla a don José, y unos delante, otros detrás, echaron a andar hacia la calle de Toledo. La puntillera, al ver alejarse el triste grupo, comenzó a desahogar su indignación con grandes voces, y la gente de los portales vecinos formó corro en derredor suyo.
Tuviéronla ellos por persona de poco más o menos y se echaron a reír delante de su cara napoleónica. «Vaya, que buena curda te llevas, ¡oleeé!...». Y ella se les puso delante en actitud arrogantísima, alzó el brazo que tenía libre y les dijo: «¡Apóstoles del error!». Prorrumpiendo al mismo tiempo en estúpida risa, pasó de largo.
1 Y mirando, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de la limosna. 2 Y vio también una viuda pobrecilla, que echaba allí dos centavos. 3 Y dijo: De verdad os digo, que esta pobre viuda echó más que todos; 4 porque todos éstos, de lo que les sobra echaron para las ofrendas de Dios; mas ésta de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
Palabra del Dia
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