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Actualizado: 13 de junio de 2025


Hubo muchos que, rodando, se dejaron ir hasta los empalletados, y de allí se arrojaron al mar, preveyendo todo el horror de la suerte que estaba destinada a sus compañeros. Ya se han quedado allí dijo el maestro Durand a Kernok cuando hubo vuelto a bordo. Bien respondió Kernok ; la brisa sopla del Sud. Con esta mesana por vela y los juanetes en lugar de las gavias, podemos continuar la ruta.

El maestro Durand fue a cumplir las órdenes del capitán, murmurando: ¿Qué querrá hacer? Es raro... ¡Aquí, grumete! gritó Kernok a Grano de Sal que estaba enjugando con aire de tristeza el reloj que le había legado el maestro Zeli, porque estaba cubierto de sangre. El marmitón levantó la cabeza; las lágrimas brillaban en sus ojos. Avanzó hacia el terrible capitán, pero sin el menor temor.

Al instante estoy para ti; otro martillazo nada más, y la avería que tenemos en la línea de flotación habrá desaparecido del todo... Bueno, ya te ha llegado el turno; ¿es que no somos cuñados? , un poco respondió Zeli. El señor Durand descolgó el farol y lo aproximó al maestro Zeli que esbozó una entre mueca y sonrisa, muy orgulloso de la sorpresa que iba a dar a Durand.

Durante este tiempo, el maestro Durand había hecho conducir los heridos a bordo de la corbeta inglesa. Pero, ¿por qué no nos dejan a bordo del brick? preguntaban con insistencia al buen doctor. Hijos míos, yo no nada; tal vez porque aquí son mejores los aires, y en las heridas graves hay que cambiar de aires, ya se sabe.

El cura lanzó una mirada de indignación a Durand y repitió con obstinación: «Pero la popa de su esquife consigió por fin la orilla de paz y de reposo, donde ese virtuoso, ese digno, ese respetable anciano hizo brotar la flor de la caridad y de la religión.» ¡Qué bestia es ese cura! murmuró Grano de Sal. Bestia como un arenque contestó Durand encogiéndose de hombros.

Pues, ¿y en la procesión, señor Durand? cuando presumía con su cirio, que quería llevar siempre como una espada, a pesar de las lecciones del monaguillo... Pero lo que desolaba sobre todo al señor cura es que el capitán Kernok mascaba tanto, que durante la misa escupía sobre todo el mundo.

Gracias, señor Durand; lo cierto es que vale más eso, que tener un brazo de menos dijo Grano de Sal envolviendo precipitadamente en estopa lo que le quedaba del dedo . Pero mire añadió , ahí llega un parroquiano, maestro. Era un herido que descendía al sollado; como estaba mal atado, cayó sobre el suelo, quedando muerto.

¡Bah! dijo Grano de Sal , un poco más, un poco menos, es igual. Yo estoy bien contento de haber abandonado el oficio con lo que tengo y de haberme comprado un quechemarín para el cabotaje. Pero desde que no veo al pobre señor Kernok, parece que me falta algo. A propósito dijo el señor Durand , creo que se acerca la hora de la misa que hacemos decir en San Juan a ese pobre viejo.

Figúrate , muchacho, que vienen a decirme: «Señor Durand, se siente olor de quemado en casa del señor Kernok; ¡pero de una chamusquina más raraEran las ocho de la mañana y nadie se atrevía a entrar en su habitación; ¡son tan bestias! Me decido yo a entrar, muchacho, y... ¡Ah! ¡Dios mío! échame de beber, porque me pongo malo cada vez que lo recuerdo.

Orienta hacia el NNE. ¿Así dijo el maestro Durand mostrando la corbeta que se balanceaba desmantelada , abandonamos a esos pobres diablos? respondió Kernok. Pues no deja de ser un procedimiento bien poco delicado.

Palabra del Dia

rigoleto

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