Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 13 de junio de 2025


¡Maestro Durand, balas! ¡Maestro Durand, acaba de declararse una vía de agua! ¡Maestro Durand, mi cabeza, mi brazo, mire cómo sangra!

Recuerdos de aquel tiempo, que la joven consideraba lejano, le venían a la memoria; pero como el ambiente en que vivía por el momento, hacía predominar en ella las impresiones mundanas, pensó de pronto en lo que su tía había dicho un día, al oír alabar las grandes cualidades de Juan: Juan Durand, es quizá un carácter, pero nunca será un hombre de mundo, a pesar del buen ejemplo de ustedes y de la instrucción que le hacen dar.

El alcalde examina sus notas con aire grave. ¡Ah, desgracia! ¿por qué su rostro se llena de severidad? ¿Qué significa esto, señor Durand? interroga el señor Aubry. Hace quince días que no se le ve a usted en la escuela. ¿Por qué eso, eh? Juan baja la cabeza y con voz lastimera contesta: Es porque mamá estaba enferma y después se ha muerto. ¿Muerto? . La llevaron hace tres días...

¡Ah! el viejo farsante, el viejo farsante murmuró el maestro Durand lanzando una carcajada homérica ; ya no me extraña que fuese mayordomo y que comulgase con tanta frecuencia. Y se entregó con Grano de Sal a unos arrebatos de alegría tan ruidosa; que unos perros comenzaron a ladrarles. Lo más mortificante es que continuó Grano de Sal toda la fortuna del capitán Kernok vuelve al Gobierno.

«...Así, hermanos míos continuó el predicador , uníos a para dar las gracias al Rey de los reyes por haber coronado al que todos lloramos con una aureola de su eternidadAmén respondieron los asistentes. Oye, Grano de Sal: ¿ves al capitán Kernok tocado con una aureola? dijo el maestro Durand.

Pablo Aubry de Chanzelles había dicho la verdad cuando se comparó a Juan Durand. La impresión de piedad que sintió al contemplar al niño desgraciado, provenía en gran parte de que, como él, había conocido el abandono, el desprecio, la indiferencia y la miseria.

Aunque hubiera sido usted el hijo de un Durand o de un Dupont cualquiera, le habríamos aceptado. Pero no puedo dar mi hija única al hijo no reconocido de un desconocido. Lo lamento, porque me agradaba usted. ¡Caramba...! ¿No podría usted dar por ahí con un padre legítimo?

Casi no puedo hablar... Me parece que mi lengua pesa tanto como un pedazo de plomo. Toma, ahora estoy mareado... Adiós, viejo. Otro apretón de manos... Vamos, ¿estás dispuesto? . Perfectamente. ¡Fuego! eso me curará... Cayó. Pobre b... dijo el señor Durand. Esta fue la oración fúnebre del maestro Zeli.

Y era preciso que el recuerdo de aquella figura venerable estuviese aún bien presente en el pensamiento de Grano de Sal y del señor Durand, porque permanecieron un buen rato inmóviles ante el banco. Me parece estarle viendo aún dijo el señor Durand. Y a también respondió Grano de Sal. Un rumor sordo anunció la llegada del señor Karadeuc, el párroco. Primero ofició y después subió al púlpito.

¡Esto te extraña, hijo mío! pues bien, yo se lo había predicho. ¡Usted!... . El bebía demasiado aguardiente, y yo le decía siempre: «Mi viejo camarada, acabarás por una concustion invantánea dijo el maestro Durand con importancia, apoyando cada palabra e hinchando los carrillos.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando