United States or Australia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Su lástima había sido aún más intensa al enterarse de su infortunio. Un obús había estallado junto á él, matando á los que le rodeaban. De sus varias heridas, la única grave era la del rostro. Había perdido un ojo por completo; el otro lo mantenían los médicos sin visión, esperando salvarlo. Pero ella dudaba; era casi seguro que Laurier quedaría ciego.

El escritor antes citado refiere á este propósito la siguiente anécdota: Un poeta de mucho talento había escrito una comedia, que había sido admitida en el teatro, y de cuya representación se habían encargado los actores más notables; dudaba, sin embargo, de su éxito, y resolvió, temeroso de la insolencia del patio, hacer una visita al Sr. Sánchez para atraerlo previamente á su partido.

Apenas bebo un poco, me asalta el recuerdo de mi vecino el hombre lúgubre y quiero averiguar el misterio que guarda en el camarote inmediato. Había hablado a sus compañeros de esta novelesca vecindad, dando por real e indiscutible todo lo que él llevaba en su imaginación. Una gran señora, princesa rusa o archiduquesa austriaca en esto dudaba Maltrana , venía prisionera en el buque.

Y al decir esto, envolvió a Fernando en una mirada hambrienta. «¡Qué loca!», siguió pensando él, mientras experimentaba la satisfacción del orgullo. Dudaba un poco de la sinceridad de sus palabras y gestos. Tal vez este acercamiento no era más que un capricho de su carácter tornadizo. Pero aun así, sentía halagada su vanidad, y no dudó un instante en aprovecharse de la aproximación.

Las puertas del infierno se abrirían para ella cuando muriese, y quedaría sepultada eternamente en los tormentos de los condenados. Se estremeció de horror. ¿Sería posible que Dios la perdonase aquel gran pecado? No dudaba de su misericordia infinita, mas para ser perdonada era necesario arrepentirse. Entonces pensó vagamente en huir de su amante y hacer penitencia.

Por si alguno dudaba todavía, La Mañana, el diario de Publio Esperoni, confirmó la noticia, esta vez con nombres y apellidos. El suelto, breve y displicente, limitábase a decir que «el capitán Pérez había pedido la mano de la señorita Rosa Itualde». El casamiento iba a verificarse a fin de año y el matrimonio fijaría su residencia en la capital federal... ¡Nada más decía La Mañana!

Se mostraba, á par que afligida, un poco confusa en presencia de la que ya no podía llamar hija. Esperó con ansia la noche para ver á Nolo, pues no dudaba que éste, no hallándola en la romería, viniese á Canzana. Amargo desengaño experimentó al observar que se llegaba la hora de irse á dormir sin que el mozo de la Braña llamase á su puerta.

Este «buen origen» es Rufita González... ... justo... la misma... Vamos, tal para cual... Pero, hombre, ¿tenía usted en su poder este comprobante y dudaba todavía?... ¿Qué juicio forma usted de todo eso, señor don Claudio? ¿No acaba usted de oírme?... ¿O pretende que se le por escrito? Pues aguarde usted un poco.

No era por lo lindo, ni por lo joven, ni por lo galán, ni por lo rico, ni por lo glorioso; era sólo por el entendimiento superior, que la había seducido. Si este entendimiento se evaporaba, si no servía para nada, si doña Beatriz dudaba de él, y quizá con razón, ¿qué fundamento le quedaba para seguir amando a don Braulio? Antes tenía fundamento para aborrecerle.

Si quieren ir que vayan; pero ya saben a qué atenerse. Fué imposible hacerle variar de resolución. Don Mateo rogó primero, se enfureció después, y con el derecho que le daban sus años y las nobles intenciones que siempre le animaban, y de las cuales nadie dudaba en la villa, dijo cuatro frescas a Maza y a los dos concejales que allí estaban presentes. Ni el bilioso alcalde ni éstos se enojaron.