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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Sin hablar ni una palabra a la criada que me miraba con asombro, seguí a Mustafá que en medio de sus caricias se dirigía hacia el interior. En aquel momento escuché el preludio de un piano. ¿Qué había de misterioso en aquel sonido que penetraba en mi alma, que me traía algo del alma de Amparo? Porque yo no dudaba de que ella era la que producía aquel sonido...

El P. Vice-Provincial, por las repetidas experiencias de la inconstancia de estos bárbaros dudaba mucho concedérselos; pero al fin se movió á enviarles dos Jesuitas, así por hacer la última prueba de su obstinación, como por condescender con la piadosa voluntad del señor marqués del Valle de Tojo, que lo pedía encarecidamente.

Entretanto la salud de Doña Isabel decaia por instantes. Sus padecimientos eran tan continuos, que ya no se dudaba de su pronta muerte.

, , ya iba, ya iba; estaba resuelto, era claro, había que matar, ¿quién lo dudaba? pero antes... antes quería meditar, necesitaba calcular... , las consecuencias del delito... porque al fin era delito...». «Ellos eran unos infames, habían engañado al esposo, al amigo... pero él iba a ser un asesino, digno de disculpa, todo lo que se quiera, pero asesino». Se sentó en un banco de piedra.

Me llaman la tumba de los secretos pensaba, adivinando todas las maldiciones que sobre él caerían , pero la justicia tiene derecho a abrir las tumbas. Don Diego dudaba aún; le hizo leer la última carta que había recibido de la señora Chermidy. El conde se estremeció de horror viendo allí una provocación al asesinato con una recompensa de quinientos mil francos.

No lo que me digo.... Quiero decir.... Señores, mi mujer está loca.... Yo creo que está loca.... Lo he dicho mil veces.... El caso es... que cuando yo creía tenerla dominada, cuando yo creía que el misticismo y el Provisor eran agua pasada que no movía molino... cuando yo no dudaba de mi poder discrecional en mi hogar... a lo mejor ¡zas! mi mujer me viene con la embajada de la procesión.

Entonces, a pesar del viaje a Falsburgo, a pesar del espectáculo de los heridos de Hanau y Leipzig, a pesar de los relatos del viejo sargento, no temía nada; conservaba intacta su energía y no dudaba del éxito de la defensa. Ahora todo estaba perdido; el enemigo entraba en Lorena y los montañeses huían.

Dudaba don Álvaro si debía en aquella situación atreverse a acercarse un poco más de lo acostumbrado.

Desde el primer paso veía exactamente los sentimientos que había para él en aquella casa. ¡Aquel hombre que en la niñez le llevaba á su casa después de jugar con Jacobo, y que le daba paternalmente golosinas y caricias, dudaba si sus señoras querrían recibirle!

Tal fué al menos la noticia que llegó hasta Cecilia por conducto de Elvira, la doncella, que había visto al criado de don Melchor en la plaza. Al otro día, como no pareciese tampoco, la familia supuso que aun seguía el dolor. Nadie dudaba más que Venturita y Valentina. La bordadora huía de tropezar con la mirada de la niña.

Palabra del Dia

rigoleto

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