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Actualizado: 31 de octubre de 2025
Nadie hacía caso del murmurador. «Milagro sí lo había, pero lo había hecho el Magistral». Ya nadie dudaba esto. «Era un gran hombre, había que reconocerlo». Doña Paula, por medio del Chato y otros ayudantes, doña Petronila, su cónclave, Ripamilán, el mismo Obispo, que había abrazado al Magistral en la catedral poco después de bendecir las palmas, todos estos, y otros muchos, eran propagandistas entusiastas de la gloria reciente, fresca de don Fermín, de su triunfo palmario sobre las huestes de Satán.
Antes, sin embargo, había querido llamar a Vérod para ver si también él dudaba, para discutir con él sus nuevas sospechas. En los primeros días estaba oprimido por el dolor contestó, después de haber examinado todo aquello mentalmente una vez más; pero después se vio que la prisión le hacía sufrir. ¿Ve usted? exclamó Vérod.
Asomóse en esto á la ventana la muger del ministro, y viendo á uno que dudaba de que el papa fuera el ante-cristo, le tiró á la cabeza un vaso lleno de.... ¡O cielos, á qué excesos se entregan las damas por zelo de la religion!
Dudaba Lady Clara de que en su precipitada huida hubiese dejado el dinero como él decía; pero, de cualquier manera que fuese, no tenía el derecho de poner en peligro la seguridad de este honrado chino, rehusándolo; así es que exclamó: Está bien, John. Me quedaré con él; pero has de volver a verme. Lady Clara titubeó.
A los dos días, ninguno de los bolsistas que tenían por oráculo al famoso don Ramón dudaba de ella. El mismo banquero confesaba que esta vez se había equivocado, aunque no por ello dejaba de sonreír, asegurando que lo mismo que había ocurrido una alza contra todas sus previsiones, podía sobrevenir una baja, pues no todos los tiempos son iguales.
El chico guardó silencio. Andrés comprendió que dudaba de su partida. Si piensas que no me marcho puedes preguntárselo al criado de mi tío, que bajó hoy el caballo del monte... Y como viese que vacilaba sacó del bolsillo una moneda de plata y se la puso en la mano. ¿Qué quiere que le diga a Rosa? Que cuando oiga silbar esta noche en la calle, baje a la cocina y me abra la puerta.
El pobre joven no salía de apuros: dudaba si incluir el kamagon entre los metales, el marmol entre los cristales y el azabache dejarlo como neutro, hasta que su vecino Juanito Pelaez le apuntó disimuladamente: ¡El espejo de kamagon entre los espejos de madera!... El incauto lo repite y media clase se desternilla de risa. ¡Buen kamagon estás tú! le dice el catedrático riendo á su pesar.
Dudaba el militar antes de definir la verdadera personalidad moral del ilustre Simoulin.... Lo mismo les ocurría á muchos de los discípulos. En la misma incertidumbre estaban sus hijos, su vieja esposa, todos los que le trataban de cerca. ¿El poeta era un embustero?... No; no lo era. El que miente lo hace con un fin interesado, por orgullo ó por perjudicar á otro.
Muchos se lamentaban de que el gobierno retardase veinte días la admisión de voluntarios, hasta que hubiesen terminado las operaciones de la movilización. ¡Y él, que había nacido francés, dudaba horas antes de su país!... De día, la corriente popular le llevaba á la estación del Este. Una masa humana se aglomeraba contra la verja, desbordándose en tentáculos por las calles inmediatas.
¡Ah!... ¿De esos que hablan con las patas de las mesas? ¡Alabado sea...! No, esos no. Pero estamos de enhorabuena: cualquiera que sea la secta o escuela que le sorbe el seso a tu marido, tenemos ya noventa y seis probabilidades contra cuatro de que te reciba con los brazos abiertos. Tú lo has de ver. Fortunata dudaba que esto fuera así.
Palabra del Dia
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