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Actualizado: 7 de junio de 2025
Su simplicidad producía en él una impresión de frescura y descanso. La veía como una cuevecita angosta y oculta en la cual dormitaba tranquilo después de una tempestad. La sonrisa satisfecha de su madre le animaba a permanecer allí. Jamás la había visto tan bondadosa y comunicativa. El goce de tenerle otra vez seguro y sumiso modificaba su carácter austero hasta la rudeza.
No quisieron ellas variarle la difícil postura, temiendo que si le tocaban, se alborotaría de nuevo y les daría otra jaqueca. Doña Lupe dormitaba, sentada en una silla junto a la cama del matrimonio; pero Fortunata no pegó los ojos en toda la noche. Ya amanecía cuando le acostaron. Apenas daba acuerdo de sí, y gemía, al moverse, como si tuviera molido a palos su ruin y desdichado cuerpo. v
La muchacha, que dormitaba en la cocina, acompañó a Millán. Cuando subió de abrirle la puerta de la calle, estaban los dos hermanos sentados en el comedor junto a doña Manuela. Esperemos a que papá se duerma decía Leocadia no sea que nos oiga.
Frecuentemente, en casa de madama de Longueval, después de comer, dormitaba un poco. Vosotras le habéis acogido con tanta bondad, que ha recobrado su antigua costumbre. Y ha hecho muy bien dijo Bettina. No hagamos ruido, no le despertemos. Sois demasiado buena, señorita; pero la noche está muy fresca. ¡Ah! es verdad, podría resfriarse. Esperad, voy a buscar un tapado.
El buen viejo, después de haber besado a su hija, se retiró a su habitación que estaba inmediata a la en que Graciana debía cuidar a la niñita. A la una de la noche, mi tío, que dormitaba, se despertó súbitamente por una luz repentina que lo deslumbró como un relámpago, creyendo haber oído en sueños algo como un grito estridente y penetrante.
Entre tanto, la madre Misericordia, que se había quedado abstraída é inmóvil en medio del locutorio, se dirigió de repente á la salida en un exabrupto nervioso, y dijo, saliendo á un espacio cuadrado donde estaba el torno, á una monja que dormitaba junto á él: Sor Ignacia, que vayan á buscar al momento á mi confesor. DE LOS CONOCIMIENTOS QUE HIZO JUAN MONTI
Salían del templo algunos hermanos de la Vela Perpétua; los vicarios departían en el cuadrante con los campaneros, y en la esquina opuesta una vendedora de frutas secas dormitaba en espera de marchantes, a la luz de un farolillo de papel. En un ángulo del cementerio una «garnachera» condimentaba sus fritadas.
Saleta, no tanto! Sólo gano doscientos tantos. Faltan trescientos para desquitarme de lo que he perdido ayer manifestó el aludido, que era un joven de fisonomía abierta y simpática. ¿Y por qué no han llamado ustedes a Manín? preguntó el conde dirigiendo una mirada risueña al célebre mayordomo, que, con su calzón corto, zapatos claveteados y chaqueta de bayeta verde, dormitaba en una butaca.
Liette se sentía aquella tarde cansada, triste y oprimida; una angustia indefinible se había apoderado de ella y las primeras sombras del crepúsculo, que ensombrecían la capilla helada aumentaban su malestar inexplicable. Arrodillada en el fondo del santuario vacío, en el que dormitaba la vendedora de cirios, permanecía inmóvil y con el corazón oprimido. ¿Por qué?
Cansado ya de decepciones y de manzanos, había dejado hacía una hora de prestar la menor atención al paisaje, y dormitaba tristemente, cuando de pronto me pareció apercibir que nuestro pesado carruaje se inclinaba hacia adelante más de lo natural; al mismo tiempo, el andar de los caballos aflojaba sensiblemente y un ruido de hierros viejos, acompañado de un rozamiento particular, me anunciaba, que el último de los conductores acababa de aplicar la última arrastradera á la rueda de la última diligencia.
Palabra del Dia
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