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Actualizado: 11 de junio de 2025


Fue una rápida aparición, pero le vio, y su figura dolorida y pequeña, encorvada por la vejez y la enfermedad, quedó en su memoria como esos paisajes entrevistos a la luz de un relámpago.

Pero aquel rostro ofrecía una expresión tan triste y dolorida, que no pudo menos de gritar: ¡Marta, Marta!, ¿qué tienes?... Y el mismo grito que dio le hizo despertar. Marta seguía al lado del balcón, en la sillita baja, absorta al parecer en su tarea. Y, no obstante, el joven, aunque ya despierto, estaba convencido de que había lanzado un grito.

¿Qué pareja ni pareja? dijo Guillermina incomodadísima . ¡Mauricia!... ¡cómo se entiende! Pero no había tenido tiempo de decirlo cuando una peladilla de arroyo le rozó la cara. Si le da de lleno la descalabra. «¡Jesús!... Pero no, no es nada». Y llevándose la mano a la parte dolorida, clamó: «Infame, a , a me has tirado!».

¿Qué piensa usted de su patrón? ¿Lo cree usted capaz de haber cometido un delito como ese? La mujer vaciló durante un momento, pero luego contestó resueltamente: No. ¿Por qué cree usted que no? Quería mucho a la señora cuando se conocieron. La quería locamente. ¡La consoló tanto de sus dolores! ¿Qué dolores? La señora sufría, estaba mortalmente dolorida.

Tal vez algun hermano fatigado Náufrago de los mares de la vida, Recobre aliento en su alma dolorida Al encontrar tu paso señalado. De pié, en accion, con varonil pujanza! Y el corazon dispuesto á todo evento, Sigamos de la vida el movimiento Guiados por el Trabajo y la Esperanza. EL CEMENTERIO DE CAMPA

Siente el alma, dolorida por fiebre que la consume, sutil y vago perfume, que al descanso la convida; y al quedar adormecida por el agua saltadora, que susurra arrulladora, dejos de ardientes caricias, sueña con locas delicias de las que alegran la vida.

Al llegar al arroyo de Butarque, Miquis creyó oportuno distraer a su compañera de viaje, porque, realmente, ¿a qué conducía aquel llorar continuo, si nada podía remediarse? Sentados uno junto a otro, callaron largo rato, él contemplativo, dolorida ella. Miquis canturriaba entre dientes. Isidora cuidaba de ocultar sus pies para que Miquis no viera lo mal calzados que estaban. «Isidora... ¿Qué?

Un sentimiento de honda pena, una lástima dolorida llenó todo el espíritu de Delaberge... ¡No le faltaba más que ser el rival de su propio hijo! Lo que en él había de sensibilidad generosa, adormecida por una larga práctica del egoísmo y por la costumbre de no vivir sino para , despertóse súbitamente en su corazón.

La voz dolorida del niño, amarrado a la mesa, repetía sin cesar: ¡Abuelito, deja a papá!... ¡deja a papá! El loco al fin fue adquiriendo alguna ventaja. Las fuerzas de Mario mermaban. Sus dedos cedían: el peso y el volumen de D. Pantaleón le asfixiaba. Logró éste al fin ponerse encima de él y sujetarle. ¡Ya eres mío! ¡ya eres mío! gritó lanzando feroces carcajadas.

No es mi musa la sílfide aturdida que corre tras azules mariposas, ni tampoco es Ofelia dolorida que pasa desbordando tuberosas. Es Astarté mi musa preferida, la que inspira pasiones clamorosas. Es voluptuosa y es gentil panida la diosa de mis vidas primorosas. Es mónada que ríe, canta y llora con locura de pájaro divino, de ritmos y de vida sembradora.

Palabra del Dia

rigoleto

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