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Actualizado: 11 de junio de 2025
El pobre viejo dejó caer entonces los brazos abatidos, bajó tristemente la cabeza, y entróse en la capilla murmurando: ¡Oh Virgen del Recuerdo dolorida! ¿Se acordarán de ti? Era aquella misma tarde poca la animación y escasa la concurrencia en el fumoir de la duquesa de Bara.
Firme en estas ideas de justicia distributiva, aplicada a la humanidad dolorida, el gran Thiers, cuando Golfín estaba presente, no cesaba de aturdirle con bien estudiadas lamentaciones de su suerte. El buen señor se lloraba tanto, que casi casi era como pedir una limosna: «¡Ay, Sr.
Sancho andaba mirando por la Dolorida, por ver qué rostro tenía sin las barbas, y si era tan hermosa sin ellas como su gallarda disposición prometía, pero dijéronle que, así como Clavileño bajó ardiendo por los aires y dio en el suelo, todo el escuadrón de las dueñas, con la Trifaldi, había desaparecido, y que ya iban rapadas y sin cañones.
La frase tenía un segundo miembro. Bien podría creerse que un alma dolorida preguntaba por su destino desde el hueco de una tumba, y que una voz celestial contestaba desde las nubes con acentos de paz y esperanza. Descansaba el motivo sobre blandos acordes, y este fondo armónico tenía cierta elasticidad vaga que sopesaba muellemente la frase melódica.
Tenían ahora sus palabras, en vez del impetuoso brío de antes, un dejo amargo, una sombría y patética elocuencia. No era su tono el enfático de la prensa, sino otro más sincero, que brotaba del corazón ulcerado y del alma dolorida.
Siguieron a esto frases de un orden más romántico que financiero, en las cuales el desgraciado señor expresó una vez más el consuelo que experimentaba su alma dolorida respirando la atmósfera de aquella casa, y descargando el fardo de sus penas en la indulgente persona que ocupaba ya el primer lugar en su corazón y en sus pensamientos. Rosalía se retiró de la ventana con la cabeza trastornada.
-Por mí no quedará -respondió don Quijote-: ved, señora, qué es lo que tengo de hacer, que el ánimo está muy pronto para serviros. -Es el caso -respondió la Dolorida -que desde aquí al reino de Candaya, si se va por tierra, hay cinco mil leguas, dos más a menos; pero si se va por el aire y por la línea recta, hay tres mil y docientas y veinte y siete.
Pero al acercarse notó Roger que el rostro del fraile, desapacible y coloradote, le era totalmente desconocido y que por sus ademanes y la expresión dolorida del semblante más parecía caminante desbalijado que otra cosa.
Zakunine parecía sordo y ciego, no reconocía a las personas que se le acercaban, que intentaban estrecharle la mano, ni oía las palabras de pésame, las frases de dolorida simpatía que le dirigían. Tampoco las respuestas de los criados arrojaban mucha luz sobre el suceso.
Tuve miedo y la llamé por su nombre; entonces una ligera sonrisa pasó por su rostro; se volvió penosamente y me miró de frente. ¿No te sientes bien, Marta? Sacudió la cabeza con expresión dolorida y cerró un poco la mano. Eso quería decir: Ven, siéntate a mi lado. Tomé su cabeza entre mis brazos y de repente un calofrío sacudió su cuerpo; oí que sus dientes castañeteaban.
Palabra del Dia
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