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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Y estas pobres gentes decían: No, no queremos a nuestro lado falsos doctores; no queremos palabras seductoras; no queremos bellos proyectos. Nosotros somos pobres y nos bastamos a nosotros mismos. En nosotros está la salud, y nosotros curaremos a este hombre.
Se ha dicho que "la mente del hombre se impregna de los materiales con que trabaja como las manos del tintorero con los colores que manipula". Y, en efecto, los verdaderos endemoniados no fueron los sacrificados por tales, sino los sacrificadores; no las histéricas y los escépticos que perecieron en las llamas, inculpados de posesión o de sugestión diabólica, sino sus jueces, los investigadores de la eternidad macabra, los eruditos en suplicios eternos, los tétricos doctores en demonología, compenetrados por el ambiente de horrores en que residía su espíritu; ellos anticiparon el infierno en la tierra con la tortura y la hoguera, la delación y la traición, porque el hábito embota la sensibilidad; el eterno pensar y representarse los suplicios sobrenaturales los había insensibilizado para los dolores propios o ajenos, porque el ambiente es el alfarero de las acciones humanas, pues, como ser vivo, el individuo es un producto de la naturaleza y del medio social.
Ya hablaba don Gaspar de llevársela a París en busca de doctores, cuando una mañana doña Flora entró en su despacho, sin ser llamada, diciéndole de buenas a primeras: Ya sé lo que tiene tu hija. Ármate de valor... Quiere meterse monja. Y yo creo que la idea no ha nacido de ella: es cosa de los de ahí al lado.
Y en dicho sentido, nada acertaría a escribir yo que ya no hubiesen escrito tantos teólogos y doctores católicos de España, Alemania, Francia, Italia y otras naciones, devotos todos de la admirable monja de Avila, y que, en diversas lenguas y en épocas distintas, elogiaron sus virtudes, contaron su vida y difundieron su inspirada enseñanza.
Que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas. 44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! 45 Y respondiendo uno de los doctores de la ley, le dice: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros. 46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, doctores de la ley!
Como en el pueblo, si bien había dos licenciados y tres doctores en Derecho, eran abogados Peperris, o sea, de secano, todos acudían a don Paco, que rábula y jurisperito, sabía más de leyes que el que las inventó, y los ayudaba a componer o componía cualquier pedimento o alegato sobre negocio litigioso de algún empeño y cuantía.
Los universitarios hablaban de asuntos científicos; algunos doctores jóvenes discutían, con la tristeza rencorosa que inspira el bien ajeno, los méritos del camarada que en aquel momento estaba leyendo sus versos á una muchedumbre inmensa sobre la escalinata del templo de los rayos negros.
Calló él, salió ella lentamente del salón, desapareciendo entre las sombras de la galería; y Lázaro, volviendo al balcón, abrió de nuevo el libro, y, sin fuerza para contener el llanto, a través de sus propias lágrimas leyó estas palabras del Divino Maestro:.... Y ¡ay de vosotros, Doctores de la Ley, que cargáis los hombres de cargas que no pueden llevar, y vosotros ni aun con uno de vuestros dedos tocáis las cargas!
»¡Oh, no! ¡Pobre papacito mío, no quiero estar más en la cama; quiero sentirme siempre bien y tener buen semblante, y hacer mucho ruido en la casa, para que tú te tranquilices, para que no te aflijas tanto por mi causa! ¡El otro día, mientras los doctores me examinaban, lo vi en el espejo: no se imaginaba que yo lo miraba, y se apretaba una mano con la otra e inclinaba la cabeza hacia nosotros, respirando fatigosamente, como si la persona que esperaba la sentencia del médico, fuera él mismo!...
3 Y respondiendo Jesus, habló a los doctores de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado? 4 Y ellos callaron. Entonces él tomándole, le sanó, y le despidió. 6 Y no le podían replicar a estas cosas. 7 Y observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió una parábola a los convidados, diciéndoles:
Palabra del Dia
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