Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 17 de mayo de 2025
Allí, en ese Santo Oficio político de la edad media, gimieron sucesivamente Basompierre, el gran Condé, el famoso Fonquét, su amigo y secretario Palisson, el docto Sacy, el duque de Laurum, marido de la nieta de Enrique IV, el mariscal de Richelieu, el tristemente célebre marqués de Sade, el cardenal Rohan, el caballero Mazers de Latude, Bruno de la Condamine, y últimamente, un hombre que hizo mucho ruido en el mundo, la gloria y el escándalo, la fábula y la admiracion de su siglo; un hombre filósofo, teólogo, estadista, geógrafo, erudito, matemático, novelista, filólogo, poeta; un mónstruo de talento y de audacia; el hombre del talento más vario y más indefinible que ha puesto los piés sobre la tierra; ahí estuvo Voltaire.
Dice Juan murmuró saliendo al patio que telegrafíen en seguida al doctó Ruiz. El apoderado le contestó, satisfecho de su previsión. Ya había telegrafiado él a media tarde, al convencerse de la importancia de la desgracia. Era casi seguro que el doctor estaría a aquellas horas en camino, para llegar a la mañana siguiente.
La escribió un mahometano natural de Guadix, que vivió en el siglo XII de nuestra era y que tenía por nombre Abubequer Abentofail. Dicen que fue gran matemático y astrónomo, docto médico, filósofo e inspirado poeta.
Y vm., señor Martín, le dixo al docto, ¿qué piensa de todo esto? ¿qué opinion lleva cerca del mal físico y el mal moral? Señor, respondió Martin, los clérigos me han acusado de ser sociniano; pero la verdad es que soy maniquéo. Ese es cuento, replicó Candido, que ya no hay maniquéos en el mundo. Pues yo en el mundo estoy, dixo Martin, y es la realidad que no está en mi creer otra cosa.
ASCLEPIGENIA. Es Atenais, hija de Leoncio. PROCLO. ¡La hija de mi docto e ilustre amigo!... ¡El cielo te bendiga, Atenais! ASCLEPIGENIA. ¿Me perdonas, Proclo? PROCLO. No hablemos más de lo pasado: olvidémoslo. ASCLEPIGENIA. ¿Vivirás conmigo? PROCLO. No quiero ni puedo vivir ya sin ti. Tú serás el lucero que ilumine con su luz apacible la melancólica tarde de mi existencia.
Lo único que sintió fué tenerse que separar de su carnero, que dexó á la Academia de ciencias de Burdeos, la qual propuso por asunto del premio de aquel año determinar porque la lana de aquel carnero era encarnada; y se le adjudicó á un docto del Norte, que demostró por A mas B, ménos C dividido por Z, que era forzoso que fuera aquel carnero encarnado, y que se muriese de la moniña.
En él sobre lo llano de la relación, sin salirse del asunto, supo hallar salida al desempeño de su pluma, elevándola a lo docto, prudente e ingenioso de las reflejas en que conforme a la vivacidad de su claro y suscinto estilo cifra en pocas hojas materia, doctrina y erudición que pudieran llenamente coronar cualquier volumen con las glorias de obra digna de cualquier ingenio.
Yo he leído en un libro muy docto esta sentencia, que no olvidaré nunca. «La humanidad, en su vida colectiva, no ha nacido aún.» Todo este largo pasado que llevamos ya, el vivir en la primavera del año máximo y el columbrar un extenso porvenir, esplendoroso y fecundo, no debe, sin embargo, alegrarnos en demasía, ni menos ensoberbecernos.
Y sin embargo, días andando, me salió con la misma copla nada menos que el docto y experimentado señor de la torre de Provedaño. ¿Se equivocarían todos ellos, rústicos y civilizados, al coincidir tan exactamente como coincidían en una misma idea? ¿Trataría yo de curarme en sana salud, sin darme cuenta de ello, cuando me consideraba en lo cierto creyendo todo lo contrario de lo que ellos creían?
¿Quién es el confesor de mi prima, madre Ignacia? dijo á la tornera. ¡Oh! es un justo varón, un padre grave y docto de la orden del seráfico San Francisco: fray José de la Visitación. ¡Ah! ¡Fray José de la Visitación! le conozco mucho y ha sido mi confesor algún tiempo; tomé otro porque nunca acababa de confesarme; era eternizarse aquello. Es confesor muy celoso.
Palabra del Dia
Otros Mirando