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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Ya sabrá que si no es por usía no se represa el Santa Ana, y sabrá también que puede ser que a lo mejor nos traiga a Cádiz dos docenas de navíos. Dos docenas, no, hombre dijo ; eso es mucho. Dos navíos, o quizás tres. En fin, yo creo que he hecho muy bien en venir a la escuadra. Ella estará furiosa y me volverá loco cuando regrese; pero... yo creo, lo repito, que he hecho muy bien en embarcarme».
Los convidados de doña Manuela veían a poca distancia los famosos Silos de Burjasot, gigantesca plataforma de piedra, cuadrada meseta agujereada a trechos por la boca de los profundos depósitos y en la cual hormigueaba un enjambre alegre y ruidoso: corros en que sonaban guitarras, acordeones y castañuelas acompañando alborozados bailes; grupos de gente formal entregada sin rubor a los juegos de la infancia; docenas de muchachos ocupados en dar vuelo a sus cometas con grotescos figurones pintados, que al remontarse moviendo los inquietos rabos hacían el efecto de parches aplicados al azul cutis del infinito y daban al paisaje un aspecto chinesco de abanico o de pañolón de Manila.
Concluido el Te Deum, volvieron, como es lógico, a restallar en el aire otras cuantas docenas de cohetes de dinamita. Los simpáticos hijos de la Pepaina, Chola y Lorito, estuvieron a punto de perecer, víctimas de su arrojo, al apoderarse de uno que aún no había chasqueado.
Además, Gallardo, con su malicia de antiguo chicuelo de la calle, sabía hacerse querer de esta juventud brillante, en la que encontraba los parientes a docenas. Jugaba mucho. Era el medio mejor para estar en contacto con su nueva familia, estrechando las relaciones. Jugaba y perdía, con la mala suerte de un hombre afortunado en otras empresas.
Llegué al teatro de San Fernando cuando solo había dentro de la sala dos docenas de personas a lo sumo. Aún tardó en poblarse larga media hora. Se representaba una función extraordinaria, a beneficio de no sé qué desgraciados, por la compañía de ópera que había actuado en Cádiz y regresado a Madrid. La sala del teatro es amplia, elegante, bien decorada.
Lanzado una vez en esta senda poética, la prosiguió con celo, y, como dice en su Viaje al Parnaso, escribió innumerables romances, sonetos á docenas, y es probable que también por este tiempo compusiera La Filena, novela pastoril, sin duda á semejanza de las de Gil Polo y Montemayor.
El mostrador era ancho, estaba colocado sobre un escalón, y en su fachada tenía un medallón donde las iniciales del amo se entrelazaban en confuso jeroglífico. Detrás de este catafalco asomaba la imperturbable imagen del cafetero, y á un lado y otro de éste, dos estantes donde se encerraban hasta cuatro docenas de botellas.
Desde entonces conocí que el heroísmo es casi siempre una forma del pundonor. Marcial y otros me miraban: era preciso que me hiciera digno de fijar su atención. «¡Ah! decía yo para mí con orgullo . Si mi amita pudiera verme ahora... ¡Qué valiente estoy disparando cañonazos como un hombre!... Lo menos habré mandado al otro mundo dos docenas de ingleses». Gabriel, tráeme agua».
Con que dime, Mercado, ya que tus ojos linces por medio de tu bien cortada lengua me enteran y dan razón de lo que mi vista menguada no alcanza alrededor suyo, dime, repito, ese que pasó tan mesurado, ¿es el recién venido para completar las dos docenas de cristianos viejos que viven entre esta canalla morisca? Sí, hermano, éste es, Pero Antúnez el viejo.
Si yo hubiera sido pobre, me hubiera afanado por adquirirle, para tener un día el placer de estrechar las manos de muchos amigos y ser estrechado entre los brazos de muchas amantes. Pero como era rico, me encontré en posición de entrar en el mundo de las afecciones por la puerta principal desde el momento en que me decidí a ser hombre de mundo. Y tuve amigos y amantes... a docenas.
Palabra del Dia
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