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Actualizado: 8 de mayo de 2025
¿Dónde está la señorita Lucía? preguntó brutalmente a Sardiola, que velaba. No sé... El fiel perro alzó los ojos y contempló las facciones descompuestas del marido, y una intuición rápida le dijo docenas de cosas. Miranda salió como un cohete, y recorrió las habitaciones llamando a Lucía a gritos. Silencio profundo. Entonces resueltamente salió al balcón, y bajó al jardín.
Allí hay mas órden en las calles; las construcciones son de arquitectura vulgar y pesada, y se ven pulular por docenas las torres de los viejos conventos de frailes y monjas.
Isidro únicamente apartó lo que la Mariposa consideraba de menos valía: un par de docenas de cucharas de plata de diferentes formas y tamaños, caídas, sin duda, durante el fregado en el estiércol de la cocina; una cadenilla de oro, un sonajero del mismo metal y cuatro sortijas lisas, pero de algún peso. Era lo único del tesoro de la abuela que tenía cierto valor.
Hiciéronle atravesar un ancho corredor dado de cal, con alto zócalo de azulejos, y entró en un cuarto espacioso, donde todo el mueblaje consistía en un par de docenas de sillas de Vitoria, y en uno de cuyos muros se veía una estatuilla de la Virgen de Lourdes con las manos cruzadas sobre el pecho, túnica blanca y faja azul.
Por fortuna, después que murmuré ¡zas! ¡zas! algunas docenas de veces de un modo fatídico, quedé más tranquilo y pude reflexionar.
Las copas me venían a la boca por docenas, como si quisieran ahogarme. Algunos se abrazaron a mí, mojándome el cuello con lágrimas de embriaguez.
No sólo le distinguía muchísimo en la conversación, y eso que tenía por docenas los adoradores, no sólo se timaba con él en el teatro y el paseo, sino que aceptaba las flores que a menudo le enviaba, y muchas veces se las ponía en el cabello o en el pecho.
Todo su capital consistía en unas cuantas docenas de duros que había traído de su fuga de Mallorca, cantidad que conservaba aún gracias a Pep, tenaz en su negativa a aceptar remuneración alguna.
Hay para todos los gustos... Y cinco o seis cocotas francesas, que van allá por sexta vez porque han recibido buenas noticias de la cosecha, las personas más tranquilas, calladas y modositas de a bordo; y todo el rebaño de cabras rubias y locas de la compañía de opereta; y un sinnúmero de comisionistas de modas y joyería, machos y hembras; y unas dos docenas de comerciantes alemanes establecidos en América, cuadrados, bonachones, calmosos, pero que sacan unas uñas de tigre cuando hablan de negocios... y judíos, muchos judíos.
Después el pirata murmuró casi dormido ya: Deben estar contentos, porque he hecho muy bien las cosas: ¡un navío de trescientas toneladas y tres docenas de españoles! creo que no se puede pedir más; sin embargo, no es conveniente que se acostumbren; eso va bien de cuando en cuando, porque, después de todo, es bueno reír un poco. ¡Away!... ¡Away!... ¡Adelante!... ¡Adelante!
Palabra del Dia
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