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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Si ellas quieren de verdad que no entre en sus dominios contrabando ni matute, no es menester que tú asustes ni que mates a los contrabandistas y matuteros. Y si ellas quieren contrabando o matute le habrá aunque mates a docenas a los matuteros y contrabandistas. No puede ser el guardar a una mujer: ha dicho no sé qué sabio, y con sobrada razón a lo que entiendo.
El conserje del Caballista, andaba como loco buscando la llave de lo que pomposamente se titulaba biblioteca en los estatutos de la sociedad: un armario oculto en el rincón más oscuro de la casa, menguado como alacena de pobre, mostrando al través de sus cristales empolvados y telarañosos, unas cuantas docenas de libros, que nadie había abierto.
Podía contar á docenas sus amigos muertos; unos, en montón, á tiros de revólver, en el fondo de una mazmorra; otros, fusilados. Varios habían perecido de hambre, como morían años antes los de abajo, que ahora tomaban su desquite. Todos estos horrores despertaban su egoísmo, haciéndole encontrar nuevos encantos á su situación. El mundo había caído en una demencia sanguinaria.
Don José compró dos pitos, uno para Riquín y otro para él, y ambos estuvieron pita que te pitarás todo el santo día. Si hubieran dejado a Isidora hacer su gusto, habría comprado lo menos dos docenas de botijos, uno de cada forma. Pero no compró más que cuatro.
Por último, Juana había prometido hacer un plato de su invención, con el que la gente menuda se chupa por allí los dedos de gusto; plato que tiene la singularidad de remedar, en cuanto cabe en lo humano, el milagro del pan y peces, pues con dos docenas de huevos y media hogaza para pan rallado se hartan cien hombres, gracias al sabroso ajilimójili en que ella rehogaba las livianas tortillas después de haberlas frito, y en cuyo caldo se remoja pan y se convierte en sopas, que se engullen con deleite.
En diciéndole que es un gran hombre se tira de cabeza al agua por ti.... Tú no sabes.... Me ha colocado en el Ministerio más de dos docenas de parientes.... Luego da gusto tener cierta influencia en la política y que los diputados la mimen a una. Ayer, precisamente, tuve la visita de Mauricio Sala, que quiere a todo trance ser subsecretario.
Entonces cayó en la cuenta de que necesitaría gastar algún dinero, y segura de tener bastante, registró los huequecillos rojos del portamonedas, contó, revisó, pasó las piezas de una parte a otra; pero por más vueltas que daba y trasiegos que hacía, resultaba siempre que apenas tenía dos docenas de pesetas. ¿En dónde estaba lo demás? ¿La habían robado?
El color siempre pálido, pero se iba tostando un poco. Bajaba a menudo al pueblo, compuesto de unas cuantas docenas de casas, blancas unas, pardas otras, todas pequeñas y de un solo piso, diseminadas sin orden por el espacio de tierra llana que el río dejaba en su margen derecha. Las grandes huertas, que algunas de ellas tenían detrás o a los lados, ensanchaban bastante el perímetro de la aldea.
Inmediatamente entablaba un interdicto, y como es natural, lo perdía. De estos interdictos había perdido ya algunas docenas en su vida, sin escarmentar jamás.
Ya podían allá abajo morir los reyes y desquiciarse los imperios, hundirse las islas y abrirse los volcanes, D.ª Robustiana, arrobada en la contemplación de tantas y tantas docenas de sábanas bordadas y manteles adamascados, no saldría, bien seguro, de su éxtasis feliz. ¿Por ventura allá en Madrid la reina tendría en sus armarios tanta ropa? Quizá.
Palabra del Dia
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