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Hullin estaba, pues, seguro del contrabandista, pero le infundía alguna sospecha la señora Hexe-Baizel, mujer demasiado circunspecta y que quizás no se inclinase del lado de la guerra. «En fin se decía Juan Claudio mientras caminaba , ahora veremosEl almadreñero encendió la pipa, y de vez en cuando se volvía para contemplar el inmenso paisaje, cuyos límites se ensanchaban cada momento más.

Su táctica estaba sometida a dos principios, que lejos de limitar su campo de acción, lo ensanchaban: nunca procuraba enamorar a mujeres de gran inteligencia, y siempre ocultaba sus triunfos con absoluta discreción. Así eran tantas sus victorias: primero, por fáciles; luego, por ignoradas.

En este local se verificaban los banquetes políticos y las juergas: se brindaba con fogosa oratoria por la regeneración de la patria, y se mecían y ensanchaban las curvas femeniles con el vaivén del tango, al runrún de las guitarras, mientras en los rincones sonaban besos y chillidos y se rompían botellas.

Jamás un hombre fué mejor comprendido que lo fuí yo; y era de verse, el primer año, como hombres, mujeres, ancianos y niños, a porfía, cambiaban el aspecto de sus casas, ensanchaban sus corrales, plantaban árboles en sus huertos, y aprovechaban hasta los más humildes rincones de tierra vegetal para sembrar allí las más hermosas flores y las más raras hortalizas.

A los veinte golpes tuvo que valerse del lápiz que le servía en el Casino para marcar la marcha del juego y de aquellos cartones divididos en columnas que facilitaban los empleados. El dorso resultaba estrecho para sus ganancias, que se ensanchaban, formando cantidades quiméricas. Siguió su juego triunfador. En el golpe cuarenta se detuvo. Cinco millones de millones de francos.

Al cabo de lo tres años advertí que las formas de mi idolatrada señorita se ensanchaban y redondeaban, completando la hermosura de su cuerpo: su rostro se puso más encendido, más lleno, más tibio; sus grandes ojos más vivos, si bien con la mirada menos errátil y voluble; su andar más reposado; sus movimientos no si más o menos ligeros, pero ciertamente distintos, aunque no podía entonces ni puedo ahora apreciar en qué consistía la diferencia.

El color siempre pálido, pero se iba tostando un poco. Bajaba a menudo al pueblo, compuesto de unas cuantas docenas de casas, blancas unas, pardas otras, todas pequeñas y de un solo piso, diseminadas sin orden por el espacio de tierra llana que el río dejaba en su margen derecha. Las grandes huertas, que algunas de ellas tenían detrás o a los lados, ensanchaban bastante el perímetro de la aldea.