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Actualizado: 26 de junio de 2025
La doncella jadeante, con un brazo oculto en el pliegue de un colchón doblado, se volvió de repente, casi tendida de espaldas sobre la cama. Sonreía y tenía un poco de color rosa en las mejillas. ¿Le molesta el ruido, señorito? El Magistral miró a la hermosa beata que en aquel momento no conservaba ningún gesto de hipocresía.
Puso la otra en la diestra del teniente, y le indicó cómo debía mantenerse, el brazo doblado, el arma en alto, todo el cuerpo bien de perfil. Todavía insistió en sus indicaciones. ¡Cuidado con equivocarse! Ya lo sabía: uno... dos... tres. Quedó en mitad de la distancia que separaba á los adversarios, apartándose unos cuantos posos nada más de la línea de tiro.
Habían llegado Stein y María, seguidos del pobre pescador, el cual no alzaba los ojos del suelo, doblado el cuerpo con el peso del dolor. Este dolor le había envejecido más que los años y todas las borrascas del mar. Al llegar, se sentó en los escalones de la cruz de mármol. En cuanto a don Modesto, también había acudido, pero con la consternación pintada en el rostro.
Margalida descolgaba del techo de su cuarto la falda de fiesta, y luego de ponérsela, con el pañuelo rojo y verde cruzado sobre el pecho, otro más pequeño en la cabeza y un largo lazo de cintas al extremo de la trenza, colocábase las cadenas de oro que le había cedido su madre, e iba a sentarse sobre el abrigais, doblado en una silla de la cocina.
Y luego veía el bosque espeso, convertido en campo, veía arroyos de sudor regando los surcos, se veía allí, á sí mismo, pobre Tales, arando en medio del sol, destrozándose los piés contra las piedras y raices, mientras aquel lego se paseaba en su coche y aquel que lo iba á heredar, seguía como un esclavo detrás de su señor. ¡Ah no! ¡mil veces no! que se hundan antes aquellos campos en las profundidades de la tierra y que se sepulten ellos todos. ¿Quién era aquel estrangero para tener derecho sobre sus tierras? ¿Había traido al venir de su país un puñado solo de aquel polvo? ¿se había doblado uno solo de sus dedos para arrancar una sola de las raices que los surcaban?
Veía ya todos los objetos claramente. Sus ojos abarcaron á Freya con una mirada en la que se confundían el odio y el remordimiento. La cabeza, hundida en el cojín, presentaba un perfil doloroso. Parecía mucho más vieja, como si su edad se hubiese doblado con las lágrimas. El golpe brutal había hecho huir con fúnebre aleteo su frescura y su maravillosa juventud.
No se hallaron en Galípoli para salir á pelear entre infantes y caballeros mil y quinientos, puesto que Nicephoro dice, que fueron tres mil; pero el autor escribió por relacion de los Griegos á quien el temor pudo engañar, y parecer doblado el número de los enemigos.
Y aquella anciana, que un momento antes parecía tan débil, se arrojó sobre una enorme piedra y la levantó con ambas manos; luego, adelantándose con paso firme sueltos los largos cabellos grises, la nariz aguileña hundida en sus contraídos labios, las mejillas tersas y el cuerpo doblado , llegó hasta el borde del abismo y lanzó la piedra al vacío, en que describió una curva inmensa.
El semblante de la señora no revelaba tan sólo recelo, sino profunda pena, y cuando llamó a su sobrino para encerrarse con él en el gabinete, este sintió desvanecerse su valor. Quitose la señora el manto y lo puso sobre la cómoda bien doblado.
Uno de ellos, de grandes bigotes rubios y mejillas terrosas, miraba con los ojos empañados, como dominados por una horrible pesadilla; el otro, completamente doblado, con las manos azules y el hombro destrozado por la metralla, se encogía cada vez más y luego se enderezaba como sobresaltado, hablando en voz muy baja, como si estuviera soñando.
Palabra del Dia
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