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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Todo era dicha y tranquilidad en casa de doña Manuela, y el contento de la familia repercutía en Las Tres Rosas, donde la sencilla Teresa considerábase feliz. Sabía que su marido había roto definitivamente con Clarita, aquella «mala piel» que vivía en la calle del Puerto. Ya no le pagaba los trimestres del entresuelo, ni atendía a sus locos gastos.
La enojaba también la condición harto plebeya del objeto de los amores de su padre, los cuales, si no dignos de aplauso, la hubieran parecido dignos de disculpa a haber sido con alguna hidalga recatada y de su posición, como había dos o tres en el lugar, que, según pensaba doña Inés, hubieran abierto a don Paco, si él hubiera llamado a la puerta de ellas pidiendo entrada.
Y si me encierran, yo no respondo de nada; porque enemigos crueles tenéis vos, doña Clara; y vos, don Juan, aunque sólo hace tres días que estáis en la corte, no los tenéis menos. Creedme, que yo nunca hablo en balde, y pienso mucho en lo que digo antes de decirlo, y cuando pienso mucho, no me engaño.
Doña María, que había sabido con envidia el casamiento de doña Clara con un joven capitán de la guardia española, y con disgusto su nombramiento de dama de honor, que las igualaba á entrambas, vió con despecho las ricas alhajas que la mostró doña Clara con la mayor lisura, sin alegría y sin orgullo. Sois completamente afortunada dijo , y os repito mis enhorabuenas.
Mas reconociendo a la persona al acercarme a ella, exclamé con asombro: Señora doña María... ¡Usted aquí a esta hora! Ha caído dijo mirando con viva atención hacia donde estaba lord Gray . Acertó la marquesa al asegurar que no era D. Pedro hombre a propósito para llevar adelante esta grande empresa. Usted...
Para sus nuevas nupcias con doña Úrsula Ramisi Bravo de Laguna , el mencionado Conde le hizo donación de cuatrocientos ducados, amén de señalarle una pensión anual vitalicia de otros doscientos; pero estas larguezas de los grandes de antaño eran comúnmente más nominales que efectivas, porque a la hora de cobrar tan endeudados andaban de ordinario solían desvanecerse como el humo.
Era leal, afectuosa sin malicia y sin envidia, de agudo ingenio, y más juiciosa y reflexiva en lo importante de lo que prometía su exterior y superficial aturdimiento. Como doña Luz era grave y mesurada, doña Manolita le servía como para completar sus modos de ser. Por esto, sin duda, y por las otras cualidades de que hemos hablado, doña Luz hizo de ella su compañera.
Asustóse mucho, y se acercó más al lecho, como buscando un refugio al lado de la sagrada persona de doña Paulita. ¡Niña! dijo Paz con la lengua turbada y muy alterado el rostro. Ya sabemos todas las infamias de usted. Merece usted ir á la cárcel por comprometer la honra de una casa como ésta. Si no temiera rebajar mi dignidad.... Señoras murmuró Clara temblando, ¿pues yo qué he hecho?
Tantos años de pesares y de tormentos habían ido destruyendo la salud de Doña Blanca.
Creían entonces en los duendes como se creía en los artículos de fe, y por creer en ellos doña Guiomar, imaginósela que, tal vez, no el hombre que amaba en carne y hueso era el que se la había aparecido en su retrete, sino una apariencia de él, tomada por algún duende maligno; y espantose y pareciola que detrás de cada tapicería se movía un duende travieso, y que las figuras de los lienzos que las paredes poblaban tomaban extrañas y espantables cataduras, y que de todos los ángulos de la sala surgían trasgos y fantasmas; y como tenía la imaginación muy viva, porque era andaluza, venida de las Indias, asustose de tal modo, que al familiar se asió como si hubiera creído que agarrándose a una parte de la Inquisición, por exígua y mezquina que fuese, a ella no se atreverían duendes, trasgos, ni espectros.
Palabra del Dia
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