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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Corrían por la vecindad rumores alarmantes respecto á la existencia de cierta buena concordia, parecida á la familiaridad, entre el poeta clásico y doña Leoncia, la vizcaína. No penetremos en lo sagrado de estos clásicos y patroniles secretos. Doña Leoncia notó la presencia de un desconocido, y quiso darse tono. Se puso seria, y reprendió á los estudiantes por su poca formalidad.
Beatriz e Inés volvieron a entrar en la habitación y se sentaron junto al brasero, una enfrente de otra. ¡Qué precipitación de viaje! dijo doña Beatriz sencillamente. ¿Estará enfermo Paco? exclamó Inesita . Tal vez llame porque esté enfermo y Braulio no nos lo haya querido decir. No lo creas, Inés contestó doña Beatriz . Braulio no sabe ocultarme nada.
Limpiándose las mejillas con su pañuelo, fuése la muchacha a la sala, llena de zozobra, detrás de doña Rebeca. Muy urbano y sereno, don Rodrigo la cometió a un interrogatorio prolijo y grave acerca del trato que recibía y de si convivía gratamente con aquellos señores.
Doña Lupe la amenazaba con mandarla a la galera o con llamar una pareja, con escabecharla y ponerla en salmuera, y poco a poco se iba aplacando la fierecilla hasta que se quedaba como un guante. vi Maximiliano, gozoso de ver que su tía con aquel gran alboroto, no se ocupaba de él, poníase de parte de la autoridad y en contra de Papitos.
Extendía sus piernas con la complacencia del que se ve un momento en libertad, acostumbrado a todas horas a imponerse con el ceño adusto de la dominación. Pero ¿no estaba usted enfermo? preguntó la jardinera . Yo pensaba pasar esta tarde a palacio para preguntar a doña Visita por su salud. Calla, tonta; nunca me he sentido mejor: especialmente desde esta mañana.
¿Qué disparates son los tuyos? interrumpió doña Luz . ¿Qué extravío de ideas? ¿Qué necias distinciones pretendes hacer? ¿Cómo cohonestar el amor de un fraile a una doncella honrada? Tal amor es impuro siempre; es infame; es sacrílego.
Doña Mencía contestó entonces: No es posible que ahora le veas. Aborrezco el disimulo y el engaño. No sólo le he dejado ir libre, sino que le he absuelto del compromiso que contrajo y de la palabra que dio de permanecer en cautiverio.
-Eso tuviera yo por afrenta -respondió la duquesa-, más que cuantas pudieran decirme. Y, hablando con Sancho, le dijo: -Advertid, Sancho amigo, que doña Rodríguez es muy moza, y que aquellas tocas más las trae por autoridad y por la usanza que por los años.
Se formaron en seguida dos parejas, una de don Fernando y doña Brianda y la otra de doña Inés y Pablo, y pusiéronse a bailar pausada y alegremente. Sin saber por qué, Pablo pensó de pronto en la sorpresa que sufriría su hermana si pudiese verlo en tan curiosa compañía, ¡y en las caras que pondrían, si lo vieran, su confesor, y sus primos, y sus acreedores, y sus arrendatarios!
Después que arregló su equipaje, el joven recorrió el pueblo despidiéndose de los amigos que durante su estancia se había ganado: próxima ya la hora de partirse y habiendo oído sonar el pito del vapor, volvió a casa con objeto de despedirse de Maximina. Por más que la buscó por todas partes no pudo hallarla: nadie sabía dónde se había metido: doña Rosalía opinó que se habría ido a la iglesia.
Palabra del Dia
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