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Actualizado: 7 de junio de 2025
Recibió por fin a Núñez, que diariamente le enviaba billetes inflamados; intimó con las amigas que se desvivían por distraerla y entró a formar parte de aquella sociedad divertida y galante. Fue una rebelión, una necesidad de su naturaleza, que de otro modo hubiera sucumbido.
Y no parecía muy desmejorada la niña, no. Al contrario, aunque un poco enflaquecida, tenía mejor color, más animación que antes, hasta su poco de alegría. El médico y la madre se mostraban más bien contentos de su estado. Quien parecía descontento era el padre. Había comprado a su hijita un teatro de títeres y otros muchos juguetes ingeniosos, sin conseguir distraerla de su incesante labor...
Lo único que lograba distraerla algunos momentos era el arreglo del baúl del cadete, al cual consagraba tantos y tan prolijos cuidados que nada se echaba de menos en él, desde las prendas más usuales de ropa hasta un pedazo de tafetán de golpes y un paquete de hilas para el caso de herirse. Ricardo evitaba siempre la despedida, escapándose.
Se levantó y pasó al otro cuarto, se detuvo delante del postigo y miró, a través del vidrio, a la niña que estaba en un rincón leyendo y estudiando sus lecciones. Marta se detuvo, inmóvil, para no distraerla. Fijó en ella sus ojos como si buscara en aquella larga y profunda mirada la fuerza necesaria para no sucumbir en la prueba temida. En aquel momento sintió claramente que abrían la puerta.
En vano Cupido pretendía distraerla haciendo chistes sobre la inundación. Mira, tía, este caballero es el hijo de tu amiga doña Bernarda. Ha venido embarcado para prestarnos auxilio. Es muy bueno, ¿verdad? La vieja parecía imbécil por el terror. Miraba con ojos sin expresión a los recién llegados, como si hubieran estado allí toda su vida. Por fin pareció enterarse de lo que le decían.
Y cuando algo muy hondo, pero muy claro y distinto, le decía a la Villasis en el fondo de su conciencia que ella podía y aun debía ser aquella tal marquesa o aquella cual duquesa, vino a distraerla de sus extrañas reflexiones la voz de Genoveva Butrón, que dando ya por reunido el congreso femenil, comenzaba a exponer el objeto de aquella junta.
La Marquesa sabía que en su casa se enamoraban los jóvenes un poco a lo vivo. A veces, mientras leía, notaba que alguien abría la puerta con gran cuidado, sin ruido, por no distraerla; levantaba los ojos; faltaba Fulanito: bueno. Volvía a notar lo mismo, volvía a mirar, faltaba Fulanita, bueno ¿y qué? Seguía leyendo.
Fué tanto, no obstante, el empeño que Gonzalo puso en ello, sin duda para distraerla un poco de la melancolía en que había caído, que, al fin, cedió. Con ir a Sarrió a probarse los trajes y dar instrucciones a la modista, se distrajeron algunas tardes. Llegó el esperado domingo. Gonzalo, que estuviera ocupado toda la mañana, almorzó en Sarrió.
Decíale Pascuala mil cosas divertidas para distraerla, y á cada momento le contaba las estratagemas que tuvo que poner en juego para que su Pascual no se echara á la calle, teniendo que encerrarle en la casa y esconderle la escopeta en lo más profundo del sótano.
Había pensado que, si era de otro, sin duda cumplía una obra fructuosa: nadie podía acusarla por eso, nadie podía distraerla de aquella obra. Conocedora de las vías secretas del corazón, sabía cuáles son las palabras que mitigan y curan, las palabras suaves como un ungüento.
Palabra del Dia
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