Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 8 de junio de 2025
La miré fijamente, atónito ante aquel enigma, ante aquel misterio; pero la visión no duró más que algunos segundos, porque la monja, llamada por otra, se apartó de la reja, y salió rápidamente del coro sin besar el pie del Santo Cristo. Al hallarme solo, reuní todos, absolutamente todos los rayos de mi razón, y juntándolos, los dirigí a la confusa y negra obscuridad de aquel fenómeno.
Torné la espada y volví a la primera habitación. ¿Quién había echado el puente? ¿Habrían sido mis amigos? En tal caso todo iría bien. Mi mirada se dirigió a los revólvers y tomando uno de ellos me dirigí a la puerta de la escalera y escuché. Necesitaba también unos momentos de descanso. Rasgué la manga de mi camisa y con ella me vendé el brazo lo mejor posible.
Bajó muy emocionada; nos abrazamos todos patéticamente y... camino de Italia. ¡Qué lindo viaje! ¡qué lindo viaje!-pensaba yo. Mis múltiples emociones me habían cansado y tenía sed de soledad. Dejé, pues, a mi tío entenderse con sus invitados como pudiera, tomé una capa de pieles y me dirigí hacia un sitio del parque, por el que sentía especial preferencia.
Iba sola, y la acompañaba un perro. Yo llevaba en la boca un cigarro sin encender, y con intención de encenderle me dirigí a la trapera. La muchacha tenía muy poca ropa, y el perro muchas lanas. Sin embargo, la muchacha parecía resistir admirablemente el frío, y el perro tiritaba.
Dirigí una mirada entristecida a mi vieja cama querida. Para ésa no había habido necesidad de dibujos. Me la habían hecho en medio día; seis tablas y cuatro montantes. Lo mejor continúa ella, sería escribir a Lotario pidiéndole que elija en Berlín lo más bonito y más fino que encuentre en las tiendas. ¡Haz lo que quieras, y déjame en paz! le dije, enervado.
Pero casi en seguida vi a una mujer, en pie, cerca de la ventana. Me dirigí a ella, doblé una rodilla y tomándole una mano la llevé a mis labios. No habló ni se movió. Me levanté y, a pesar de la indecisa luz, noté la palidez de sus mejillas, vi la aureola que le formaban sus hermosos cabellos y sin darme cuenta de ello pronuncié dulcemente su nombre: ¡Flavia!
Nos sitiaron, y al cabo de ocho días de una vigorosa defensa, tuve la suerte de caer moribundo entre las manos de un oficial francés que favoreció mi fuga, y me dirigí a Bayona y de allí a París. ¿A París, comandante? ¿Usted ha estado en París?
Porque era el cuerpo del pobre José, muerto en defensa del Rey. Sentí que una mano se posaba sobre mi hombro y volviéndome vi los ojos brillantes y espantados de Sarto. ¡El Rey, Dios mío, Rey! articuló sordamente. Dirigí la luz de la vela a todos los rincones del sótano. El Rey no está aquí dije.
Hermosa mañana aquella en que me dirigí a pie al palacio de la Princesa, llevando en la mano un ramo de preciosas flores. La razón de estado excusaba mi amor; y si bien las atenciones que prodigaba a mi supuesta prima eran nuevos incentivos a la pasión que me impulsaba, me unían también más estrechamente al pueblo de la gran ciudad, que adoraba a la Princesa.
No tardé en tomar parte en la conversación, y ya había recobrado una parte de mi buena alegría cuando pasamos al comedor. Colocada entre el cura y Pablo de Couprat, me dirigí inmediatamente a éste, preguntándole: ¿Por qué no volvisteis al Zarzal? No he podido disponer de mis acciones, señorita. ¿Y habéis, por lo menos, deseado ir? Muchísimo, os lo aseguro.
Palabra del Dia
Otros Mirando