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En la corte se olvidó pronto de doña Marcela, puso la mira en distinguirse como personaje político, logró salir diputado, y hay quien asegura que es hombre de gran porvenir, que llegará a ser Director General, Embajador o Ministro, y que al cabo el Gobierno español, o cuando no el pontificio, le concederá el título de Conde de Cartabón o de Hormabella.

Después que él, como director del combate, diese la voz de «¡Fuego!», contaría lentamente «Uno, dos, tres». Podían apuntar y disparar en este espacio de tiempo. ¡Mucha atención, teniente! Don Marcos habló con una gravedad trágica. Si hace usted fuego antes del uno ó después del tres, será declarado felón. Esto de ser declarado felón asustó al joven.

Hoy he tenido una agarrada en el Colegio Platónico. Tristán sin interrumpir su paseo dejó escapar por la nariz un sonido que indicaba que le había oído. , una agarrada con el director y por tu causa. ¿Por mi causa? expresó de mala gana el joven dignándose apenas volver la cabeza.

Menos aún los administrativos. El único que llamaba un poco la atención entre ellos era un joven delgado y pálido, con fino bigote negro, cuyos ojos negros y duros se fijaban con tal decisión en los convidados que rayaba en insolencia. Sin saber por qué, los que cambiaban con él una mirada se sentían molestos y separaban prontamente la vista. El director lo presentó como el médico de las minas.

Desembocaron al fin en una plaza o plazoleta, en el centro de la cual trabajaban algunos obreros levantando un artístico pedestal de mármol. Es el pedestal para la estatua del señor duque dijo el director de las minas en voz alta. ¡Ah! ¿Con qué van a colocar ahí su estatua, duque? exclamaron unos cuantos rodeando al prócer. Este se encogió de hombros haciendo un gesto de desprecio. No .

Cuando papá era Director, servía a este señor en cuanto le pedía, y ahora para el Ministro no hay mejor recomendación que la de mi padre. JOAQUÍN. ¿Aquí? ¡Trabajar aquí!... te has caído de un nido. En España no se recompensa el mérito. ¡Qué país! Es claro; yo trabajaría, yo me dedicaría a algo; pero ¿qué pasa?

Si no fuera porque no había tales contratas, porque el mundo del arte le había olvidado, acaso hubiera preferido dejar aquella vida regalada, sus emolumentos de director de la Academia de Bellas Artes, los gastos de secretaría, como le decía Mochi, antes de marchar... todo.

Los aromas penetrantes del tomillo y del hinojo embalsaman y purifican el ambiente. Lo mejor y más florido de estos terrenos pertenecía a la Compañía. Separada de la aldea como unos trescientos pasos y en el centro de un parque se levanta soberbia fábrica de piedra. Es la habitación del director y el centro administrativo de las minas.

Villalonga y D. Baldomero no prestaban ni pizca de atención a los entusiasmos de su insufrible amigo, y se ocupaban en cosas de más sustancia. «Porque, figúrese usted... el Director del Tesoro acepta el préstamo en consolidado que está a 13... y extiende el pagaré por todo el valor nominal... al interés del 12 por 100. Usted vaya atando cabos...». Es escandaloso... ¡Pobre país!...

Yo me compadecí de la infeliz porque la mudez me parece una gran desgracia para una niña casadera. Afortunadamente, sólo se trataba de una mudez artística. La chica tenía una lengua bastante suelta; pero el director no se atrevía a confiarle más que papeles silenciosos. Y ¿por qué no la dejan hablar?