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Actualizado: 14 de julio de 2025
Tu corazón no debe permanecer por más tiempo expuesto á la malignidad de sus miradas. Sería peor que la muerte, replicó el ministro, ¿pero cómo evitarlo? ¿Qué elección me queda? ¿Me tenderé de nuevo sobre estas hojas secas, donde me arrojé cuando me dijiste quien era? ¿Deberé hundirme aquí y morir de una vez?
Lo saqué con las puntas de los dedos y lo estuve mirando. Me daba tanto asco como si me lo hubiera encontrado en la sopa. No chisté. Otra noche dijiste en sueños palabras de las que se dicen cuando un hombre se pega con otro. Yo me asusté. Fue aquella noche que entraste muy nervioso y con un dolor en el brazo. Tuve que ponerte árnica.
Después de la otra tarde en el Caño Dorado, de las cosas que me dijiste... yo necesitaba hablar. Tus amigas no me dejaron. Además, tú llorabas como si fueses a morir. ¡Pero si yo no dije nada! exclamó la muchacha con las mejillas arreboladas . Y si dije algo, no lo recuerdo. No sabía lo que hablaba; estaba borracha.
La melancólica serenidad que había en estas declaraciones conmovió á Lázaro de tal modo, que no se atrevía á preguntar más, porque herir la delicadeza de aquel ángel le parecía crueldad sin ejemplo. Aún quiso hacer la última pregunta de este modo: ¿Y qué te dije aquella tarde? ¿Qué me dijiste? ... Eso sí que se me ha olvidado ... No, ya lo recuerdo: me dijiste....
Después ha venido un acontecimiento cualquiera, y he dicho con asombro: «Yo sabía algo de esto». A mí me pasa lo mismo repuso la Nela . Ayer me dijiste tú que me querías mucho. Cuando fui a mi casa, iba diciendo para mí: «Es cosa rara, pero yo sabía algo de esto». Es maravilloso, chiquilla mía cómo están acordadas nuestras almas. Unidas por la voluntad, no les falta más que un lazo.
»No por lo que me dolía el castigo, sino por aliviar a Luz del que padecía por mí, díjela, con mal forjada entereza: » Y ¿sabes tú todavía si es cierto lo que se asegura en el anónimo? »Pero ella me respondió, con una prontitud y un vigor que me sorprendieron: » Y si no es cierto, ¿por qué no me lo dijiste cuando te lo pregunté tantas veces, con el alma entre los labios?
Satan sin duda con un beso ardiente Selló tu rostro en la hora de tu parto. Y al contemplarte mísero gusano En medio de una gloria colosal Dijiste tú: «Ya no pondré mi mano, «Adonde alcance con su pié triunfal:» Y envidiando el laurel de la derrota, Y de los libres la postrera gloria, Fuiste á vender cual miserable ilota, Los hijos de la patria y la memoria.
15 Y les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la piedra; y les dijiste que entrasen a poseer la tierra, por la cual alzaste tu mano que se la habías de dar. 16 Mas ellos y nuestros padres hicieron soberbiamente, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos,
Querido respondió Calvat en tono de sumisión , he consultado con la almohada... vengo a presentarte mis excusas... No estaba ayer ebrio como me dijiste un poco rudamente, y aun añado que no falté a la verdad... Pero he hecho mal, convengo, en venir a repetirte un cuento de niño que debió afectarte profundamente, y que podía ser, que era seguramente, un embuste.
No habrá muchos que lleven más. ¿A qué hora lo hacemos? El sábado por la mañana iré yo a despedirme de Paz. ¡Me cuesta un trabajo!..... Casi me dan ganas de escribirla, y nada más. Luego, por la tarde, a la hora que quieras. ¿No me dijiste el otro día que conocías un médico de la casa de socorro?
Palabra del Dia
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