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Actualizado: 14 de octubre de 2025
Artegui ejecutó lo primero; pero antes de realizar lo segundo, murmuró al oído mismo de Lucía: En Bayona me dijiste una vez: «¿Me va usted a dejar sola?» Ahora me toca a mí repetírtelo. Quédate.... A tiempo estás aún. Ten compasión de mí, y de ti. Porque la tengo... replicó ella ahogándose . Por eso.... Adiós, Don Ignacio. Hasta luego contestó una voz perceptible apenas. La puerta se cerró.
Pero, ¿qué fue lo que dijiste? ¡Nada!... que es hora de levantarse... ¡Juraría que te había oído nombrar a la Pampita! ¡Estás soñando! Yo sí que he soñado con ella dijo Lorenzo, ¡y qué linda estaba!... Habíamos salido a caballo... los dos... por un camino largo... ¡muy largo!
A la tercera, Fortunata había salido. Dos horas después entró, trayendo un paquete en la mano. «¿Que de dónde vengo? Pues de comprar unas cosillas. ¿No me dijiste que querías una corbata? Mírala». Una noche entró Maximiliano bastante excitado. Le tomó la mano a su mujer, y haciéndola sentar a su lado, le dijo a boca de jarro: «Hoy he conocido a ese pillo que te deshonró».
Nunca se aparta de aquí, del corazón; la luna hería con moribunda luz tu frente hermosa, y de la noche el aura silenciosa nuestros suspiros tiernos confundía. «Nadie cual yo te amó,» mil y mil veces me dijiste falaz: «Nadie en el mundo como yo puede amar»; y yo, insensato, fiaba en tu promesa seductora, y feliz y extasiado en tu hermosura, con mi esperanza allí me halló la aurora. ¡Quimérica esperanza! ¡Quién diría que la que tanto amor así juraba, juramento y amor olvidaría!
¿Eso dijiste, Momo? exclamó su abuela ; ¡quita allá!, ¡esas cosas no se dicen!, ¡qué bochorno!, ¿qué habrán pensado de nosotros?, ¡echar en cara un favor!, ¿quién ha visto eso? ¿Pues qué; no se lo diría?, ¡vaya!
No me has hablado nunca de eso declaró severamente Jacinta . Lo último que me contaste fue... qué sé yo... No me gusta recordar esas cosas. Pero se me vienen al pensamiento sin querer. «No la vi más, no supe más de ella; intenté socorrerla y no la pude encontrar». A ver, ¿fue esto lo que me dijiste? Sí, y era la verdad, la pura verdad.
Para estos casos quiere uno el dinero. Llegué a la iglesia, me senté al confesionario, y lo primero que le dije al cura fue esto: «Acúsome, padre, de leer El Sol». ¿Así lo dijiste, Antoniño? Así, sí, señor, y con la misma tranquilidad con que hubiese podido decir «buenos días». No se figure usted que yo soy un gallina. Y el cura, ¿qué te contestó?
BEAUVALLON. ¡Jamás...! Primeramente, cualquiera sabe dónde estaré yo a las seis...! Tú, La Choute, no te portaste bien... Cuando abandonaste el Conservatorio, en el pasado año, no nos dijiste tu dirección. Te busqué por todas partes, ¿lo sabes...? BEAUVALLON. ¡De veras! Sentía alguna ternura por ti. Habíamos dormido juntos, y esto siempre crea ciertos lazos...
SANCHO. A mí me parecen años. Señor, viendo que tenías, Sea porfía en que has dado, O sea amor a mi Elvira, Fuí hâblar al rey castellano, Como supremo juez Para deshacer agravios. D. TELL. Pues ¿qué dijiste de mí? SANCHO. Que habiéndome yo casado, Me quitaste mi mujer. D. TELL. ¿Tu mujer? ¡Mientes, villano! ¿Entró el cura aquella noche? SANCHO. No, señor; pero de entrambos Sabía las voluntades.
Y me dijiste entonces: »¿Si la muerta pudiera buscar una segunda madre para su hijo, elegiría a otra que a esa hermana, que era, después de ti, lo que ella más quería en el mundo? »Me quedé espantado hasta el fondo del alma, pues jamás me habría atrevido a alzar los ojos hacia ella.
Palabra del Dia
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