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Yo... pero yo... quiérese decir que yo... balbució Chinto abrumado por el peso de su culpa. ¡Aún tendrás valor para contar mentira! chilló la enferma . ¡Llégate acá, bruto! Yo... no, no fue cosa mala ninguna... no fue perrita, ni licor.... Fue.... Cuenta la verdá, borrachón de los infiernos, como si estuvieses difunto en el tribunal del devino Señor....

¡Conmigo! ¡os casaréis conmigo! exclamó el joven con una explosión de alegría ; ¡yo!... ¡yo vuestro esposo!... ¡yo poseedor de vuestra alma, de vuestra hermosura!... ¡esto... esto es un sueño! Y don Juan retrocedió, y por fortuna encontró un sillón en el que se dejó caer. Estaba pálido como un difunto, temblaba, miraba de una manera ansiosa á doña Clara.

D. Jaime dijo D. Acisclo, presentándole a doña Luz ; y luego añadió, dirigiéndose a D. Jaime: La señorita doña Luz, hija del difunto marqués de Villafría.

Cuando no había actores, servían los muñecos, como leemos en el Quijote, de Cervantes, al tratar de maese Pedro, que recorría las aldeas y representaba con ellos la Historia de Gayferos y La bella Melisendra, ó bien los mismos habitantes del lugar se encargaban de los papeles, como aparece de otro pasaje de Don Quijote, en que el cabrero Pedro se expresa de este modo para celebrar al difunto pastor Crisóstomo: «Olvidábaseme de decir cómo Crisóstomo el difunto fué grande hombre de componer coplas, tanto que él hacía los villancicos para la noche del Nacimiento del Señor, y los autos para el día de Dios, que los representaban los mozos en nuestro pueblo, y todos decían que eran por el cabo

Aquel semblante estaba frío y rígido. ¡Dios mío! ¡Poderoso señor! ¡un difunto! exclamó todo erizado el cocinero mayor. Y para acabar de probar un terror, como después de él no ha probado ninguno, se oyeron algunas voces cercanas que dijeron: ¡Téngase á la justicia! ¡La justicia! ¡y sobre un muerto yo! exclamó el mismo Montiño ; ¡el infierno llueve sobre desventuras!

No eres el que me dexaste, Sino yo el que te he dexado! Qué es posible que ya dan Tus carnes despedazadas Señales averiguadas De lo que cuesta este pan! Y es posible que la herida Que á te dexó difunto, En aqueste instante y punto No me quitó á la vida! No quiso el hado cruel Acabarme en paso tal Por hacerme á mas mal, Y hacerte á mas bien!

Saqué esta nota de mi cartera y me puse á estudiar sus términos que reproduzco aquí exactamente. Castillo de Laroque d'Arz Oriundo de la Bretaña volvió á ella hará como treinta años, en compañía del difunto Pedro Antonio Laroque, su hijo único, esposo de la 4.º Señora Aubry, viuda del señor Aubry, cambista, fallecido en Bélgica, prima en segundo grado, recogida en la casa, índole agria. Quemad.

En lugar de gobernar al SE. te dirigirás al NE. porque vamos a virar en redondo y a dirigirnos a Nantes o a Saint-Malo. El hecho es que Kernok había tratado de desviar al capitán difunto del tráfico de los negros, no por filantropía, ¡no!, sino por un motivo bastante más poderoso a los ojos de un hombre razonable.

Cuando en su presencia se insultaba acerbamente al difunto caballero, rompía a llorar descorazonada al sentirse impotente para defenderle de aquellas furias, y un lejano temor de que por haberla amado a ella purgase alguna injusticia el alma de aquel hombre la llenaba de sobresalto.

Vivían entonces los Pardos en su casa solariega, no muy distante de la de Ulloa: al enviudar la madre de don Pedro, el mayorazgo de la Lage iba a casarse en Santiago con una señorita de distinción, trasladando sus reales al pueblo; y don Gabriel, el segundón, se vino a los Pazos de Ulloa, para acompañar a su hermana, según decía, y servirle de amparo; en realidad, afirmaban los maldicientes, para disfrutar a su talante las rentas del cuñado difunto.