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En breve tiempo armaron unos al modo de doseles de iglesia, con ricas cortinas blancas, que se recogían gallardamente á un lado y otro; trajeron de otras piezas cantidad de santos é imágenes, que ordenadamente distribuyeron sobre el altar, como formando la corte funeraria del ángel difunto, y, sin pérdida de tiempo, encendieron algunas docenas de luces en los grandes candelabros de la sala, los cuales, en torno á Celinina, derramaban tristísimas claridades.

La semejanza del impostor con el difunto Don Sebastián, y aún más la astucia y el aplomo increíble de su conducta, hacen que todos lo confundan por completo con su querido Rey, y que se obliguen á servirlo con vidas y haciendas. Pero pronto muda la escena. Felipe II, á cuyo conocimiento ha llegado la existencia de esa conjuración, se apresura á sofocarla en su nacimiento.

Pero habló de modo de tranquilizarme y besó mi frente pálida. Entonces un delirio vino y me transportó en espíritu al cementerio. Y pensando que mi Señor era el difunto Elormie, suspiré por él que estaba delante de mi: ¡oh yo soy dichosa ahora! Así fueron pronunciadas las palabras, y así fué empeñado el juramento.

Mi triste exordio fue saludado por unos cuantos aplausos, que más se dirigían al difunto que a su panegirista.

Colocábase la cabeza del difunto, adornada con una peluca de algodon de varios colores, en el gran cuarto destinado para beber en comunidad la chicha que se preparaba para el caso, y de la que venian todos á participar en el punto de reunion; donde los sacerdotes del tigre brindaban á los dioses, sirviéndose de vasos especiales, y anunciando que por la noche conversarian con los manes de la fiera.

Dime: Esperanza, la doncella de la duquesa, ¿tiene amante? , señor dijo el lacayo , y está para casarse. ¡Malo! dijo para el duque ; ¿y con quién se casa Esperanza? ¿Con quién ha de ser, sino con el señor Cosme Prieto?... ¿Quién es ese Prieto? El ayuda de cámara del duque difunto. ¡Ah! ¿un vejete?... , señor. ¿Y con ese se casa doña Esperanza?

Y levantando la mano del puño del bastón en que la tenía apoyada, dejó ver la cabecita de marfil que ya hemos descrito. Y llorando todavía por el difunto, tocó el resorte y movió la cabecita para que bajase y subiese los párpados, abriese la boca y sacase la lengua, luciendo sus habilidades.

Algunos van á visitar y consolar á la viuda, ó viudas y parientes del difunto, esto es, si hay algo que ganar, porque nada hacen sin interes. Durante esta visita de pésame, lloran, aullan y cantan de una manera muy dolorosa, forzando las lagrimas, y punzando los brazos y muslos con espinas agudas, hasta sacar sangre.

¿Pero ese difunto... ese difunto de que hablábais?... dijo Montiño levantándose. Ha sido un paje. ¡Ah! exclamó el cocinero ¡un paje!... , un paje que se ha comido las pechugas que habían quedado en los platos de la reina y del padre Aliaga. El padre Aliaga está perfectamente bueno exclamó con alegría el cocinero mayor. ¿Que está bueno el padre Aliaga?... ¡, acabo de hablar con él!

He recibido la noticia oficial, el acta de defunción, el pésame del ministerio de Marina, el sable y las charreteras del difunto y una pensión de 750 francos para que pueda poner coche en los días de mi vejez. ¡Viuda, viuda, viuda! No hay palabra más bonita en la lengua francesa.