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Actualizado: 29 de noviembre de 2025
Arriméme a la pared por darles lugar, y desque el cuerpo pasó, venían luego a par del lecho una que debía ser mujer del difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas mujeres; la cual iba llorando a grandes voces y diciendo: "Marido y señor mío, ¿adónde os me llevan? ¡A la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y obscura, a la casa donde nunca comen ni beben!"
Sobre todo cuando se llevan la mano al corazón y mueven la cabeza a un lado y a otro y les tiembla la voz, le digo a usted señor de Barragán que es cosa de comérselos. En vida de mi difunto no perdía una sesión, porque era primo hermano del portero mayor; pero ahora ya ve usted... las cosas han cambiado, y los parientes gracias que le saluden a uno en la calle.
Esto, me dije yo a mí mismo, es indispensable para que los herederos, o la heredera, o quien haga sus veces, admitan sin reparo esta cantidad, con la conciencia tranquila de quien toma lo que es suyo. Pues, sí, señores, de ustedes es... ya lo creo.... Verá usted; es el caso que... aquí hay que omitir determinadas indicaciones que no favorecen la memoria de.... Del difunto. ¿De qué difunto?
No pueden durante el año casarse mientras el luto, pues si en este tiempo ha tenido alguna viuda comunicacion con algun hombre, los parientes del difunto matan á ambos, si no resulta haber sido ella violentada. No he descubierto que los hombres estén obligados al mismo llanto en la muerte de sus mugeres.
Gritaba Cervantes pidiendo a voces socorro, y en sus brazos sostenía a doña Guiomar, y se teñía en su sangre, y entre sus brazos doña Guiomar se le moría; y empezaba a sentirse en la casa movimiento de gentes que a las desaforadas y desesperadas voces de Cervantes parecían acudir, y ni en salvarse pensaba Cervantes, ni en otra cosa que en reanimar con su aliento a doña Guiomar, que no era ya en sus brazos más que un cuerpo difunto.
Y, así como ella salió en público y su hermosura se vio al descubierto, no os sabré buenamente decir cuántos ricos mancebos, hidalgos y labradores han tomado el traje de Grisóstomo y la andan requebrando por esos campos. Uno de los cuales, como ya está dicho, fue nuestro difunto, del cual decían que la dejaba de querer, y la adoraba.
Venid dijo el duque de Lerma después de haber meditado un tanto. El alcalde siguió al duque. Decid, señora dijo Lerma á doña Ana , ¿dónde está el difunto? Doña Ana se estremeció. Nada temáis dijo el duque ; voy á salvaros. El sargento mayor dijo doña Ana está en un patinillo, junto al postigo que da á la calle de San Bernardino. Guiad, pues, señora; alcalde, venid.
Mientras andaba por toda la clínica, de un lado para otro, pensaba en las palabras conmovedoras y solemnes que acababa de oír durante el servicio religioso: «Difunto», «llamado por Dios al reino de los cielos» y otras.
Se cuenta que Gonzalo visitó un día a su anciana parienta doña Beatriz Enríquez, que había sido amiga del ya difunto almirante D. Cristóbal Colón, a quien retuvo largo tiempo en España a pesar de los desdenes de la Corte.
Palabra del Dia
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