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Actualizado: 29 de julio de 2025
Es decir, Novillo se figuraba que, así como los pelos de su peluquín pertenecían, sin duda, a un difunto, que otro tanto acontecía con los dientes.
El conjunto de esta irradiaba el ardor de la lucha, el de aquella, la paz de la conformidad. Una mañana, encontrándose toda la familia reunida en la espaciosa caída, recibió Doña Luisa una carta de un antiguo capitán de la marina mercante, paisano y amigo de su difunto marido.
Como que me recuerdas al difunto padre Bernardo, que fué un tiempo capellán de la Guardia Blanca y que era un ángel con verrugas y cabellos canos. Por cierto que en la batalla de Brignais lo atravesó con su pica un soldado tudesco al servicio del rey de Francia, sacrilegio por el cual obtuvimos que el Papa de Avignón excomulgara al matador.
Del que restituye.... No señor; del difunto... de otro difunto. No me tire usted de la lengua, eso no está bien. No, si yo no tiro... ¡Dios me libre! Ello será que la casa Valcárcel prestó este dinero sin garantías... y ahora.... El cura estaba diciendo que no con la cabeza desde que Bonifacio había dicho casa. No, señor; no fue préstamo, fue donación inter vivos. ¿Y entonces?
Arrancad del alma del hombre aquel pensamiento, y la historia será un cadáver, y la tierra será un erial; más que un erial, más que un desierto, más que un páramo: será una sepultura; la sepultura de aquel difunto.
En el Senado, la obligada declaración de «profundó sentimiento», tras un pomposo elogio de los méritos y virtudes del difunto, hecho por el presidente.
Entretanto el hombre á quien zurraba Quevedo, no pudo resistir más y huyó dando voces. Habéis acabado ya por lo que veo, ó más bien por lo que no escucho dijo Quevedo á Juan Montiño. Sí, por cierto contestó Juan. Ya sabía yo que teníamos difunto; pero ese rufián de Juara va dando voces, y por sus voces pueden dar con nosotros, y con nosotros en la cárcel.
Durante las semanas que había estado confinado en mi dormitorio, había conseguido hacerme de un buen número de libros, y descubierto ciertos hechos y datos concernientes al difunto cardenal que en cambio de su libertad había tenido que revelar su secreto. Andrea Sannini, según parece, era natural de Perugia, llegó a arzobispo de Bolonia, y luego se le otorgó el capelo cardenalicio.
Los papeles a que se refería eran el testamento de su tío, que yo acababa de encontrar; testamento en el que se le desheredaba, disponiendo de la inmensa fortuna del difunto en favor de los hospicios y para fundaciones piadosas. Así se lo hice saber a Arturo, el cual recibió la noticia con una indiferencia absoluta, y se puso a leer de nuevo la carta de Judit.
Hizo Azora el panegírico del difunto, confesando empero que adolecia de ciertos defectillos que en Cador no se hallaban.
Palabra del Dia
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