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Siguieron estas y otras crueldades, que se aumentaron con la venida de 6,000 indios de la parte de Sorasora, quienes unidos á los demas, buscaban con igual furor y cuidado á los europeos: hallaron en un desvan á D. Pedro Lagraba, que habia libertado su vida la primera noche del tumulto, y le condujeron á la plaza, donde acabó de la misma suerte que los demas.

El joven marqués no pudo hacer estas observaciones, porque marchaba atento solamente a no caerse. Entraron en un desván, débilmente esclarecido aquí y allá por algunos delgadísimos rayos de sol, que por los intersticios de las rejas se colaban. Después de caminar un rato, Marta soltó la mano, diciendo: Aguarda ahí; voy a abrir la ventana.

Comía lo preciso para no morirse de hambre en alguna taberna de los barrios bajos, y dormía por cuatro cuartos entre mendigos y malhechores en un desván destinado a este fin. En cierta ocasión le robaron, mientras dormía, los pantalones, y le dejaron otros de dril remendados. Era en el mes de Noviembre.

Estos entes caballerescos son incomprensibles. Ese muchacho será un estorbo más para nuestro plan, para el escalamiento y ... No importa: allá veremos. Sobre lo demás, lo dicho, dicho ... La carta, alejamiento de las arpías, la puerta del desván.... Todo presto, todo arreglado. No hay más que hablar. Dios se la depare buena. Después de estas palabras se separaron.

Todo será que se nos antoje. Ven, holgazán, dormilón, marmota. Conducía al desván empinadísima escalera, y no era el sitio muy oscuro, pues recibía luz de tres grandes claraboyas, pero bastante bajo; don Pedro no podía estar allí de pie, y las chicas, al menor descuido, se pegaban coscorrones en la cabeza contra la armazón del techo.

Ir á casa del padrino representaba para él un placer más intenso y palpable que los juegos solitarios del desván. El abogado don Carmelo Labarta se mostraba ante sus ojos como la personificación de la vida ideal, de la gloria de la poesía. El notario hablaba de él con entusiasmo, compadeciéndole al mismo tiempo. ¡Ese don Carmelo!... El primer civilista de nuestra época.

Desde aquellos días se echó en la casa de los marqueses de Montálvez una raya por debajo de lo vivido hasta allí, y se abrió una vida nueva, cuyo centro, cuyo eje, era el recién nacido heredero de los títulos y preeminencias de su padre; por lo que la pobre Verónica, elemento principalísimo de la vida vieja, quedó entre lo más alto y olvidado de la raya para arriba, como trasto inútil en obscuro desván.

¡Manuel! ¡estáis loco! exclamó el padre Aliaga. No, no estoy loco; pero todos los que tienen algún poder abusan de él; no en balde he pasado cincuenta años en este alcázar; nací en un desván de él, y el alcázar me conoce y me confía sus secretos; yo soy también poderoso, yo puedo decir al rey... ... por cierto... yo puedo decirle: hay un hombre... un señor grave... que parece un santo... y oye, Felipe: ese hombre tiene el corazón como yo... y como el otro... y como el de más allá... es un embustero con máscara... es una virtud de comedia... es mentira... ese hombre ama á tu Margarita... observa, observa á ese hombre cuando esté delante de tu esposa... ese hombre no vela por la reina por lealtad, ni por virtud... sino por amor... por un amor dos veces adúltero, por un amor sacrílego.

Corrió silenciosamente la puerta, y entre la multitud de pequeños rumores y crujidos de la desierta casa, se le figuró oír una voz débil que cantaba en el piso de arriba. Recordó que éste no era más que un desván utilizado para cuarto de trastos viejos. Casi avergonzada de su acción, subió furtivamente las escaleras, y entreabriendo la puerta, miró hacia adentro.

De regreso a Mâcón, mi madre volvió a encerrarse en su pequeña casita junto a las Ursulinas. Cuando la noche estaba oscura y apagados los faroles de la calle, se deslizaba desde el aposento de mi padre hasta el desván, una cuerda llena de nudos, por medio de la cual se valía para pasar junto a los seres que idolatraba, algunas horas deliciosas e intranquilas a la vez.