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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Hasta se le figuró que estaba un poco trémula. Vamos, chica, no te apures tanto porque tu tío nos haya visto de bracero... Después de todo, aunque se lo dijese a tu padre, no es ningún delito. Rosa negaba estar apurada, pero su silencio obstinado y la prisa por llegar a casa decían bien claro lo contrario. Al llegar a casa, se despidieron. Andrés la instó de nuevo para que desechase todo temor.

La Esperanza izó algunas velas y su tripulación dejó los botes para subir á bordo. Los remeros de las lanchas recibieron orden de mantenerse quietos. Todos se despidieron con mucha gritería del capitán é inmediatamente pusieron proa á la ciudad. El sol iba á ocultarse.

¿Pero vas a ir ? preguntaba Leonora con cierta angustia, como si su instinto femenil adivinase en el peligro. ¿Vas a dejarme sola?... Un momento nada más. No te haré esperar mucho. Se despidieron en el corredor con la ruidosa y descuidada alegría de su pasión; sin fijarse en los camareros que iban y venían al otro extremo del largo pasadizo. Adiós, Rafael... Uno; uno nada más.

Terminado el diálogo se despidieron, y Millán se fue: Pepe entró al cuartito donde trabajaba y, a solas, se dejó caer sobre una silla, casi llorando de rabia y de vergüenza. En aquel momento, hubiera sido capaz de ahogar a Tirso entre las manos. El ruido que hicieron algunos cajistas al marcharse le distrajo de pronto y, mirando al reloj vio que faltaba poco para la hora de la cena.

Y paso entre paso llegaron hasta el salón del Prado y subieron por la calle del mismo nombre hasta el Ateneo. Allí se despidieron. García no era socio, no ciertamente por falta de ganas, sino de recursos pecuniarios. Columpiándose en una mecedora con un periódico en las manos halló Tristán a su amigo Núñez en una de las salitas de conversación de aquel centro docente.

No se olvide de escribirme, Antoñita. ¿Lo hará usted así? La joven no se sintió con fuerzas para contestar ni para seguirles. Los dos se despidieron de ella con un ademán y salieron precipitadamente. Pero, merced a una extraña reacción, Antoñita, tan pronto como ellos desaparecieron recobró toda su energía y corriendo a la ventana de la estancia que daba al patio la abrió.

Volvió Nepomuceno cuando se levantaban de la mesa; se despidieron todos de Emma, repitiendo las bromas, recomendándole tales y cuales precauciones Körner, y aun Sebastián, que tenía una experiencia que no se explicaban las chicas de Ferraz en un solterón; y todas las vírgenes, Marta inclusive, se ofrecieron de allí para en adelante a servir a la amiga enferma, de enfermedad conocida, en todo lo que fuera compatible con el estado a que todas ellas todavía pertenecían.

El guapo sintió el escozor del alfilerazo, pero disimuló, esperando la ocasión de tomar revancha; y temiendo no fuese más adelante en sus bromas, se apresuró á alejarse arrastrando consigo á su querida. Los despidieron con algazara. Cuando ya estaban lejos, Antonio les gritó recordando la conclusión de los cuentos: Y todo quedó en paz y gracia de Dios, y yo fuí y vine y no me dieron nada.

Llegó el caso de haber de despedir dos de ellos, por haber ya aprendido a aserrar otros de Santa María; ninguno de los cuatro quería ser despedido, todos querían continuar, sin acobardarse del fuerte trabajo de la sierra, y les causó mucho sentimiento cuando los despidieron.

Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Berta iba a dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio: ¡Bertita! Nadie respondió. ¡Bertita! alzó más la voz, ya alterada. Y el silencio fué tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento. ¡Mi hija, mi hija! corrió ya desesperado hacia el fondo.

Palabra del Dia

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