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Infiero yo de todo lo dicho y de lo que callo, porque no cabe en un artículo breve, que la historia es tan divertida como poco docente ó dígase que enseña poco. Enseña cómo fueron las cosas, pero no por qué fueron.

A me dan no poco en que pensar, suscitando en mi espíritu ciertas contradicciones filosóficas o antinomias estético-morales, que no acierto a resolver y que voy a exponer aquí sin rodeos y con franqueza. Con grande entusiasmo pondera Horacio, en su Epístola a los Pisones, la virtud docente de la poesía.

Por donde mi libro deja de ser insignificante, se transforma en docente ó en documental y merece ser publicado y hasta leído. Creo, por último, que, si al escribirle he desechado toda preocupación interesada y le he escrito con buena fe, candorosa y sencilla, alguien me leerá con gusto, si no con provecho, y esto me basta. DISONANCIAS Y ARMONÍAS DE LA MORAL Y DE LA EST

Para conceder, no obstante, a tal poeta la irresponsabilidad de que habla Heine, es menester no tomar por lo serio, en la realidad práctica, la virtud docente de su poesía.

Otros poetas hasta de la tradición han prescindido, desechando la colaboración del pueblo en su obra, y han escrito cuentos, o bien tomando el argumento de la historia más o menos anecdótica, o bien creándolo todo en la fantasía: así Byron, en El Corsario, Parisina, Lara, El Giaour y La Novia de Abidos. Lo docente en grado superlativo quedó desechado y aun fue objeto de burlas.

El Ateneo, en achaque de versos, es de una potencia digestiva superior a la de los tiburones y avestruces. Los botones de metal y los pedazos de vidrio que dicen que estos animales digieren, no son nada comparados con los versos que yo he visto tragar en el Ateneo; un padre cariñoso no haría más por su hijo que lo que suele hacer este cuerpo docente por los mosquitos de que acabo de hablar.

Y paso entre paso llegaron hasta el salón del Prado y subieron por la calle del mismo nombre hasta el Ateneo. Allí se despidieron. García no era socio, no ciertamente por falta de ganas, sino de recursos pecuniarios. Columpiándose en una mecedora con un periódico en las manos halló Tristán a su amigo Núñez en una de las salitas de conversación de aquel centro docente.

Si esto es realismo, bendito sea. Si realismo quiere decir guerra al convencionalismo, a la falsa retórica y al arte docente y sermoneador, y todo esto en nombre y provecho de la verdad humana, bien venido sea. Así pintaba Velázquez. El señor Pereda no es fotógrafo grande ni chico, porque la fotografía no es arte, y el señor Pereda es un grande artista.

Las bestias de la Casa de fieras pertenecen a la clase docente, y como el profesorado en general, están muy mal retribuidas: tienen los huesos salientes, el pellejo arrugado, el aspecto miserable y triste. Las fieras deben de seguir el mismo sistema.

Pero esto no quiere decir que su obra ha de ser docente, sino que no debe ser perversa ni indecente. Harto bien se nota que los preceptos de moral aplicados al arte nada tienen de exclusivos: no implican la relación entre la moral y la estética. Son los mismos preceptos que se impone toda persona bien educada cuando va de visita, de tertulia ó de paseo.