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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Quevedo llamó á la puerta de la casa donde estaba doña Clara Soldevilla. Cuando entró en el aposento donde estaba ésta con don Juan, la joven se levantó de una silla y corrió á su marido, le asió las manos temblorosa y le miró con ansiedad. Quevedo despidió al cocinero mayor, que todavía estaba allí. Don Juan sonrió enamorado, transportado de alegría, á doña Clara. Y esta alegría no era fingida.

, los lunes... hoy es martes... pero tiene usted seguridad de encontrar siempre a Fabrice en su taller... y probablemente también a su mujer, porque me parece que aquél está haciendo su retrato. ¡Ah! ¡eso me interesará! Habló Pedro en seguida de bailes, de teatros, y a poco se despidió de la señora de Aymaret. Al darle la mano le dijo ésta conmovida: ¡Muy contenta de verle tan prudente!

Tristán la contempló fijamente con curiosidad burlona. Le dio por completo la razón. Nada, nada, los jóvenes de distinto sexo no estaban bien solos bajo un mismo techo. Le pagó y la pudorosa doméstica se despidió hecha una jalea diciendo que al día siguiente vendría a buscar el baúl. Entonces Tristán quedó solo en la casa. Una tristeza inmensa, infinita, pesaba sobre su alma.

De repente se asomó el traspunte a la puerta del cuarto y, sin detenerse, dijo: Voy a empezar. Don Juan se despidió de Cristeta prendado hasta donde él se podía prendar de una mujer. Aquella noche no pasó más.

Mi padre cayó enfermo, y como mi madre no le quiso asistir, porque era malo, él fue al hospital donde dicen que se murió. Entonces vino mi madre a trabajar a las minas. Dicen que un día la despidió el jefe porque había bebido mucho aguardiente.... Y tu madre se fue.... Vamos, ya me interesa esa señora. Se fue....

En tanto, Juliana, conduciendo a la Nina hasta la puerta con suave opresión de su mano en la espalda de la mendiga, la despidió con estas afectuosas palabras: «No se apure, señá Benina, que nada ha de faltarle... Le perdono el duro que le presté la semana pasada, ¿no se acuerda? Señora Juliana, que me acuerdo. Gracias.

Lo mismo me temo, repuso Isagani, estrechando la mano del dominico; me temo que mis amigos no crean en su existencia de usted, tal como hoy se me ha presentado. Y el joven, dando por terminada la entrevista, se despidió. El P. Fernandez le abrió la puerta, le siguió con los ojos hasta que le vió desaparecer al doblar el corredor.

D.ª Robustiana, sin embargo, se autorizaba el dudarlo. Luego que con mano trémula hubo expuesto á la vista de la joven aquellos mágicos tesoros de hilo y la obligara por medio de un silencioso recogimiento á penetrarse de su grandeza, la ayudó por fin á colocarse la cesta sobre la cabeza y la despidió dándole un sonoro beso en la mejilla.

Sorprendido Jacobo, rechazó el brusco ataque, separando al niño con un poderoso esfuerzo de sus nervudos brazos, y arrojólo lejos de , cual si fuese un saco de arena, a cuatro pasos de distancia; su cabeza fue a chocar contra un enorme jarrón japonés, de bronce antiguo, que despidió un sonido metálico.

Doña Petronila se despidió antes de que el atribulado ex-regente pudiera echarle el tanto de culpa que la correspondía en aquella aventura que él reputaba una desgracia. Vamos a ver, Quintanar preguntó la Marquesa con verdadero interés y mucha curiosidad.... Señora... mi querida Rufina... esto es... que como dice el poeta... ¡No podían vencerme... y me vencieron...!

Palabra del Dia

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