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Actualizado: 27 de junio de 2025


La que fue más grande y más fúnebre en su ya lejana época de esplendor, la que ha perseguido, torturado y destruido a mayor número de vivos en desagravio de los muertos, la que en mayor medida sigue achatando a los vivientes en homenaje a los fallecidos, es ya un poder en decadencia manifiesta, un gigante en el ocaso de su existencia; un poder social que gravita en favor de las hijas fósiles de la inteligencia humana y en contra de su nueva y robusta prole; un poder que fue absolutamente incontrastable hasta el siglo XV; un poder que fue aun irresistible para el común de los hombres, pero ya afrontable por los príncipes y los reyes hasta el siglo XVII; un poder que después de haber hecho temblar a los emperadores puede ser despreciado por los niños.

Los confesores le encargaban que rogase a Dios en sus oraciones por el triunfo de la Iglesia y la confusión y arrepentimiento de sus enemigos; las amigas y compañeras de cofradía la solicitaban para que hiciese con ellas novenas de desagravio a la Virgen; en no pocas ocasiones le pidieron limosna para algún sacerdote que yacía en la miseria, y otras veces para las infelices monjas de algún convento arrojadas de él cruelmente para transformarlo en cuartel.

El mismo fatalismo que aceptaba esto con un ¡añá! y una riente mirada a los demás compañeros, le dictaba, en elemental desagravio, el deber de huir del obraje en cuanto pudiera. Y si esta ambición no estaba en todos los pechos, todos los peones comprendían esa mordedura de contra-justicia, que iba, en caso de llegar, a clavar los dientes en la entraña misma del patrón.

Esta profanación que, como es de suponer, causó gran escándalo en Sevilla, fué consignada por algunos escritores en papeles y hojas sueltas, y la autora del hecho fué presa y llevada á la Inquisición, donde sufrió castigo, saliendo en auto público de fe el 10 de Diciembre de 1719, condenándosela á doscientos azotes y á destierro, y en desagravio de la Divinidad se hicieron luego numerosas funcionos en los templos de Sevilla.

Dio con esto por cierto lo que se decía de mi madre, y no queriendo quitar a mi padre el propio desagravio de su honra, escribiole, y de tal manera, que mi padre, sin pedir la licencia al rey para dejar la conducta de las galeras con las cuales estaba en las costas de Nápoles, tomó postas para España, y se vino por tierra, temeroso de que la instable mar le dilatase el triste y horrendo logro de la venganza de su honra, que debía ser para él la muerte del dolor y de la pesadumbre de la infamia.

El marqués se rascó la punta de la oreja, y le contestó que la sociedad necesitaba un desagravio, y que pues en el Puente había dado el escándalo, era preciso que en el Puente se ostentase una obra cuyo mérito hiciese olvidar la falta del hombre para admirar el genio del artista. Y con esto, su excelencia giró sobre los talones y tomó el camino de la puerta.

Tal vez pensó la mano misteriosa que así á un suplicio eterno me condena, que al ver perdida mi ilusion hermosa, al verme entre las sombras de la pena, en justo desagravio del martirio que en un infierno convirtió mi vida, ciego, iracundo, presa del delirio fuese á buscar el arma del suicida... ¡Ah! nunca; suya fué la atroz sentencia que, dócil al capricho de mi suerte, me libró, sin pedirlo á la existencia, y ella no más ordenará mi muerte.

Las armas del de la Cueva eran: escudo cortinado; el primero y segundo cuartel en oro con un bastón de gules; el tercero en plata y un dragón o grifo de sinople en actitud de salir de una cueva; bordura de plata con ocho aspas de oro. En 1682, Carlos II, en desagravio del desaire que tan injustamente le infiriera, lo nombró consejero de Indias.

Con estos sermones y consejos póstumos, con una amistad llena de veneración, que D. Acisclo mostró siempre al marqués, más aún cuando pobre que cuando rico, y con los cuidados con que le atendió en los últimos días de su vida, sin que ni remotamente entrase en todo ello la menor idea de desagravio, pues pensaba haberle favorecido y no ofendido, don Acisclo se elevó a considerable altura moral e intelectual en el ánimo del marqués, quien al morir le dejó confiada la joya más hermosa que aún poseía en este mundo.

Y era por la noche, según los dichos de cocina adentro, que elevaba Pepa hasta su señor sus quejas y obtenía el desagravio de las ofensas hechas, que se traducía al día siguiente en tempestad tan violenta, que parecía desplomarse la casa.

Palabra del Dia

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