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Actualizado: 9 de junio de 2025


Nunca había sido él muy religioso; pero aquella noche parecíale desacato y aun ingratitud no consagrar a la divinidad un pensamiento, ya que no una oración. Estaba como un demente. Por el camino miraba a las estrellas y las encontraba más hermosas que nunca, y muy mironas y habladoras.

Doña Paca advirtió en él, juntamente con los síntomas de agravación, cierta alegría febril, lo que juzgó de malísimo agüero, pues si su amo se volvía niño o demente cuando tan malito estaba, señal era esto de la proximidad del fin. Toda la noche estuvo dando vueltas de un lado para otro, queriendo levantarse, y renegando de que le tuvieran prisionero en la cárcel de aquellas malditas sábanas.

El señor duque no está visible para usted.... ¡Sígame, o llamo! Y al mismo tiempo echó una mirada en torno como en ademán de cumplir su promesa. La Estuardo empalideció aún más. Desprendiéndose del brazo de Dávalos la siguió al fin. Esta escena había sido observada por varias personas; pero nadie osó seguirlas si no es el demente Manolo, que lo hizo de lejos.

¡Hijo de mi alma, hijo de mi vida! gritó Torquemada con toda la fuerza de sus pulmones, hecho un salvaje, un demente no vayas, no hagas caso; que esos son unos pillos que te quieren engañar.... Quédate con nosotros....» Dicho esto, cayó redondo al suelo, estiró una pierna, contrajo la otra y un brazo. Bailón, con toda su fuerza no podía sujetarle, pues desarrollaba un vigor muscular inverosímil.

¡Para qué, señora! ¿para qué? Ni por qué le he contado a usted ya tantas cosas ridículas, y para usted, probablemente, ininteligibles... como son los sueños del demente para los cuerdos.

Y ahora repuso Quilito con la voz un poco alterada, dame la mano, Agapo, que quiero decirte adiós. Le estrechó la diestra, nerviosamente, y Agapo notó que la mano del sobrino estaba helada, y al resplandor de la hoguera, que moría, su semblante demudado y la misma mirada de demente de ahora poco.

Volvió al lado de él, y le fue dando los menudillos con el tenedor, y él se los comía con gana, sin cesar de hablar y aun de reír. Su risa plácida no parecía la de un demente.

Bastantes pruebas he tenido. ¡Y fuí tan ciego que nada quise creer! ... Nada más debo decirte ... ¿Por qué te he conocido? Mía es la culpa; no tengo derecho para acusarte. Eres libre. Adiós. Y salió muy á prisa sin esperar respuesta. Salió como un demente, y dió muchas vueltas por la casa sin saber á dónde iba.

Si insiste usted en traer a mi casa esas farsas estudiadas, o capítulos de novelas, me veré obligada a tenerla a usted o por impostora o por demente... Tengo documentos exclamó Isidora mostrando sus papeles. No quiero verlos. Supongo qué pruebas son esas. Yo las tengo clarísimas para probar lo que he dicho.

Metió su zarpa agresiva en el bolsillo repleto, y haciendo sonar las monedas con demente regocijo, hizo un ademán grosero y ganó la puerta de la calle, meciéndose en balances peligrosos y borbotando desatinos. Le contempló Narcisa con desprecio olímpico, murmurando: Ni para eso me sirve este bruto; pero si no es hoy será otro día....

Palabra del Dia

rigoleto

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