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Actualizado: 29 de junio de 2025


Como persona, simplemente, a Nieves le había parecido Leto «un excelente muchacho»: bondadosote, placentero y sencillo hasta dejarlo de sobra; como pintor de acuarelas, notabilísimo; dándole el brazo a ella para ir al comedor, un señorito de aldea; hablando de su barco, «otro hombre», y gobernándole... ¡allí era donde había que verle!

Mi Inés, viendo su idiotismo, Dijo risueña al momento: Haz también entendimiento, Que te costará lo mismo. Jacobo y Villamelón se miraron entre , miraron después a Diógenes, y tornado a mirarse ambos, echáronse a reír, diciendo al cabo Fernandito: ¡Qué cosas tiene!... No hay más remedio que dejarlo o matarlo. ¿Sabes, Benito?...

El libro que tenía en la mano puedo tomarlo y dejarlo cuando se me antoje; pero á ti, primo querido, sólo te tomo cuando te quieres dar... Leía en este momento los Acarnianos de Aristófanes y me reía viendo de qué modo el poeta pinta á Pericles lanzando como Júpiter rayos y relámpagos que van á trastornar la Grecia. Ya Cratinos le llamaba humorísticamente «el padre de todos los dioses».

Sólo esperaban la voz de su jefe para dejarlo caer; pero antes de que esto ocurriese, una catástrofe los anonadó, como si se hubiesen desatado sobre ellos todas las fuerzas crueles y ciegas de la Naturaleza, como si las montañas que cerraban el horizonte se hubieran desplomado sobre sus cabezas formando una cascada de tierra y de piedras, como si el mar hubiera abandonado su lecho levantando una ola única para barrerlos.

No salía, sin dejarlo todo en orden, cada cosa en su sitio de costumbre: la pluma, muy limpia, envuelta en el mismo pedacito de tela negra, que trajo el primer día; la chaqueta de casa, en el segundo clavo de la percha del fondo; el lápiz, la regla y el lacre en el cajón del centro de su mesa, objetos todos que cuidaba con cariñoso esmero, como dóciles compañeros de la labor diaria.

Dejarlo todo, ya que no tenía hijo, y seguir... ¿Seguir a quién? ¡Si él no tenía bastante fe, ni mucho menos! ¡Si dudaba, dudaba mucho, y con un desorden de ideas que le hacía imposible aclarar sus dudas y volver a creer a macha-martillo!

-No hay dejarlo a tu cortesía, Sancho -dijo don Quijote-, porque eres duro de corazón, y, aunque villano, blando de carnes. Y así, procuraba y pugnaba por desenlazarle.

Ese Juan de quien usted habla ¿es aquel hermoso joven de aspecto salvaje, que parecía aburrirse tanto en Saint-Jouin, el día que hicimos el paseo? Es él. Excúseme, Huberto; tengo que dejarlo solo otra vez, debo subir a acompañar a mi padre. Vaya, querida amiga; además, me despido de usted hasta mañana que vendré en busca de noticias. ¡Oh! ¡, venga!

Pues nada, sino que Tarlein quiere que marche usted en seguida contra el castillo, con infantería, caballería y artillería. ¿Para qué? ¿Para desaguar el foso de la fortaleza hasta dejarlo en seco? Probablemente refunfuñó Sarto. Y con eso no hallaríamos ni aun el cadáver del Rey. ¿Pero está usted seguro de que tienen al Rey en el castillo? Lo creo muy probable.

¿Qué es eso, Simón? preguntó el señor de Morel. ¿Qué atropello ha cometido el arquero? Si ha ofendido á esa mujer ó apoderádose de su hacienda, juro dejarlo colgado en la plaza del pueblo, aunque sea el mejor soldado de mi compañía. No, señor barón, contestó el veterano esforzándose por contener la risa.

Palabra del Dia

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