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El tal vicario tenía la costumbre de coger su sueldo, cambiarlo en plata y dejarlo encima de la mesa formando un montón, no muy grande, porque el sueldo no era mucho, de duros y de pesetas.

Ah, ; estoy absolutamente seguro. Y siguió Quintanar hablando, hablando, sin trazas de dejarlo. La alcoba en que dormían Ana y don Víctor tenía una ventana a la galería precisamente del lado en que estaban conversando los dos amigos. La Regenta abrió de repente las vidrieras y llamó a su marido. Pero, Víctor, ¿no te acuestas hoy? Los dos amigos se volvieron.

A los ojos de Bettina, la vuelta de vals que dio, toma las proporciones de un crimen; es horrible lo que ha hecho. Y después no tuvo valor ni franqueza en la última conversación con Juan. El no podía, no se atrevía a decir nada, pero ella debió demostrar más cariño, más confianza. Triste y enfermo como estaba, no debió nunca dejarlo partir a pie. Debió haberlo retenido, retenido a toda costa.

¡Salve usted á Ra-Ra! volvió á repetir Popito, considerando, sin duda, demasiado largas las reflexiones del gigante. Este grito le hizo pensar de nuevo en el pigmeo revolucionario que era él mismo. ¿Podía dejarlo abandonado á la venganza de las mujeres?... ¿No equivalía esto á un suicidio?...

¿Marqués? no, no, señor. El coronel de... ¿Militar? menos. Un mayordomo de semana. ¿Tiene fuero? no, señor. Pero, hombre, ¿adónde he de ir a buscar? Ha de tener casa abierta. Pero si yo no me trato con taberneros, ni... Pues dejarlo. ¡Voto va! No hubo más remedio que buscar el fiador; ya daba mi amigo la mudanza a todos los diablos.

¡Oh! papá exclamó María Teresa, por favor, espere usted a estar solo con Juan para hablar de sus asuntos. Además hay que dejarlo descansar a este pobre joven; le hace falta. Aquí, hay una tregua; son las vacaciones; no se habla de la fábrica. Al oír a su hija, el rostro del señor Aubry se había oscurecido. Vamos, veo que a ti como a tu hermano este tema te fastidia, y lo siento mucho.

Miraba á su primo con satisfacción. ¡Cómo le querían! ¿eh? ¡Cómo sentían la necesidad de no dejarlo solo, resarciéndole de la antigua frialdad! ¡Oh, la familia!... Hasta á Urquiola alcanzaba su gratitud. No podía permanecer indiferente con aquel muchachón que le llamaba tío á boca llena, extendiendo á él su lejano parentesco con la señora. Además le protegía en sus deseos de enfermo.

Si la velocidad no es mas que la relacion del espacio con el tiempo, y el tiempo no es mas que la relacion de los espacios andados; alterar todas estas relaciones, en la misma proporcion, es lo mismo que no alterarlas: es dejarlo todo intacto.

La libertad de su hija, su derecho de madre, su felicidad, sólo estaban separados de sus manos trémulas, por las delgadas paredes de aquel cofre; ¡y tendría que dejarlo allí, que renunciar a toda esperanza y sucumbir bajo el peso de su impotencia! Pero no se dió por vencida aún. Acudió a la chimenea y tomó las pinzas de hierro.

Después de haber hecho huir á los policías, y mientras su servidumbre medrosa escapaba también fuera de la vivienda, Ra-Ra le habló desde el fondo del bolsillo que le servía de refugio. Consideraba prudente no quedarse allí. Ya había hecho bastante el gigante para defenderle de sus enemigos. Debía dejarlo escapar antes de que llegasen fuerzas más considerables.