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Actualizado: 16 de junio de 2025


Es porque tienes celos de ese capellanzaco que lleve el diablo... Mira, Jacinto, si te ofende que hable con él no lo haré más; pero aunque te ofenda me dejarás que te diga una cosa... y es que eres un papanatas. Y acompañó esta reflexión de un pellizco tan elocuente que Jacinto no tuvo más remedio que darse por convencido. En un instante quedaron hechas las paces.

Ana sentía que acabarse el amor, aquella pasión absorbente, fuerte, nueva, que gozaba por la primera vez en la vida, sería para ella comenzar la locura. «, Álvaro; si me dejaras me volvería loca de fijo; tengo miedo a mi cerebro cuando estoy sin ti, cuando no pienso en ti. Contigo no pienso más que en quererte».

Por muy justa que sea la idea que tiene de la inmortalidad del alma, no por eso se aflige menos el hombre ante el espectáculo de esas muertes frecuentes, de las crisis que á cada momento quiebran la vida. El mar parece hacer gala de ese triunfo. Cada vez que á él nos acercamos, parece decirnos desde el fondo de su inmutabilidad: «Mañana dejarás de ser, y yo soy eterno.

Tu muerte no sólo nos mataría de pena, sino que aniquilaría nuestra casa y linaje. Eres mi único varón, eres el alma de esta casa, y, sin embargo, es preciso que vayas a la guerra. Sangre valerosa corre por tus venas, y estoy bien segura de que a pesar de tus pocos años dejarás en buen lugar el nombre que llevas.

Más que nunca. ¿Y qué dice a eso tu hermano? Si te interesa, pregúntaselo. ¿Y me dejarás morir? Sin pestañear. Hago voto al diablo que está a los pies del San Miguel de la parroquia, de que le he de dorar los cuernos, si carga de una vez con tu Luis de Haro. Deséale mal, que los malos deseos de los envidiosos engordan.

Sus besos ardientes se posan sobre la boca de Gertrudis. Ella ríe y llora a la vez, le coge la cabeza entre las manos, le acaricia los cabellos, apoya la mejilla del joven contra la suya, y lo besa en la frente y en los ojos. ¡Oh! ¡cuánto, cuánto te amo! ¿Eres mía? , . ¿Me amarás siempre? ¡Siempre! ¡siempre! Y ... no me dejarás nunca sola, como hoy... para que Martín... Se calla de golpe.

Un odio físico le sublevó. ¡Qué cara has puesto, Muñoz! Si te ofendí te pido me disculpes... Pero no negarás que ella es coqueta. Sería una lástima, realmente, que te dejaras envolver por Adriana. Indudablemente es un lindo tipo de mujer, pero no pierdas la cabeza. A propósito, la vi en la primera función de la temporada; desde entonces no ha vuelto a venir.

¡Es posible! replicó el auvernés, riendo de buena gana. Y, en virtud del Código civil, linda invención del Imperio, le dejarás a cada uno de ellos un par de céntimos al día. En tanto que, con dos mil francos, puedes vivir un mes lo menos como un rico, conocer los placeres de la vida y elevarte muy por encima de tus semejantes.

LEONOR. ¿Y me dejarás aquí? MANRIQUE y LEONOR MANRIQUE. Un secreto, Leonor... que vas a despreciarme; ya era tiempo... esa gitana, ésa, Leonor, es mi madre. LEONOR. ¡Tu madre! MANRIQUE. Llora si quieres; maldíceme porque infame uní tu orgullosa cuna con mi cuna miserable. Pero déjame que vaya a salvarla si no es tarde; si ha muerto, la vengaré de su asesino cobarde. LEONOR. ¡Eso me faltaba!...

El dolor y la desgracia la habían hecho temerosa. Muchas veces me dijo: «Rodolfo: nuestros amores no serán dichosos. Nací condenada al infortunio; nací condenada a padecer, y cuanto es para felicidad y ventura perece y se malogra.... ¿Me amas? ; pues dejarás de amarme. ¿Te amo?

Palabra del Dia

irrascible

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