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Actualizado: 14 de junio de 2025
No seas tramayona, no me aturrulles. Ya sabes tú que la ley que yo te tengo no puede sufrir... Vamos, vamos; déjate de niñerías. ¿Quién crees tú que ocupa y llena el lugar más bonito, principal y escondido de mi corazón? Tú. Mi alma es tuya.
Al día siguiente Vezzera entró al anochecer en mi cuarto. Llovía desde la mañana, con fuerte temporal, y la humedad y el frío me agobiaban. Desde el primer momento noté que Vezzera ardía en fiebre. Vengo a pedirte una cosa comenzó. ¡Déjate de cosas! interrumpí. ¿Por qué has salido con esta noche? ¿No ves que estás jugando tu vida con esto?
«Hoy me vas a examinar bien... le dijo su primo . Figúrate que soy un desconocido que se te presenta en tu consulta. Déjate de bromas conmigo, y no me ocultes la verdad. Mira que te desacredito, si no lo haces así». Bueno, hombre, descuida; te registraremos en toda regla replicó el médico sonriendo y sentándose junto a él . ¿Te has cansado mucho? ¿No me ves? También es gana de hacer preguntas.
¿Cómo es eso, muchacha? ¿Qué diablura se te ocurre? ¿Estás enamorada quizás? Y si lo estás, ¿qué mal hay en ello? ¿No eres libre? Cásate, pues, y déjate de tonterías. Seguro estoy de que mi amigo D. Pedro de Vargas ha hecho el milagro. ¡El demonio es el tal D. Pedro! Te declaro que me asombra. No juzgaba yo el asunto tan mollar y tan maduro como estaba.
Con que resignarse, hijas mías, que por ser cabras no ha de abandonaros vuestro pastor; tomad ejemplo de las ovejas con quien vivís; y tú, Fortunata, agradéceme sinceramente el bien inmenso que te doy y que no te mereces, y déjate de hacer melindres y de pedir gollerías, porque entonces no te doy nada y tirarás otra vez al monte. Con que, cuidadito...».
Déjate crecer un poco, para que puedas llevar los trabajos de la guerra, cuanto más que harta guerra tienes en tu casa: hartos combates amorosos te sobresaltan el pecho. Sosiega, sosiega, alborotadito, y mira lo que haces primero que te cases, y danos una limosnita por Dios y por quien tú eres; que en verdad que creo que eres bien nacido.
Tu eres loco, y si lo fueras a solas y dentro de las puertas de tu locura, fuera menos mal; pero tienes propiedad de volver locos y mentecatos a cuantos te tratan y comunican; si no, mírenlo por estos señores que te acompañan. Vuélvete, mentecato, a tu casa, y mira por tu hacienda, por tu mujer y tus hijos, y déjate destas vaciedades que te carcomen el seso y te desnatan el entendimiento.
Hazme el favor de sentarte, porque ya has crecido bastante, según creo... y déjate de sutilezas. Gonzalo se dejó caer en la butaca que la niña le señalaba, dominado por sus ojos brillantes y maliciosos. Desde que había entrado en aquel cuarto sentía un gozo íntimo, mitad corporal, mitad espiritual que le embargaba a la vez los sentidos y el alma. El perfume que respiraba se le subía a la cabeza.
Pues yo me río de ellos y de sus azotes, salmos y melindres, dijo Tristán. ¿Á quién aprovecha la sangre que derraman? Déjate de simplezas, Roger, que después de todo esos frailes pueden ser muy bien como algunos que tú y yo conocemos, ¿eh? Más les valiera dejar tranquilas sus espaldas y no meterse á redentores sino ser algo más humildes, que á la legua se les trasluce el orgullo.
Carola, dejándole con la palabra en la boca, recorrió las demás habitaciones en que no había muebles, y volvió al gabinete diciendo con desapudorada malicia: Chico, ¿sabes que aquí falta un mueble muy importante?: aquel que se nos desvencijó a nosotros, ¿u es que el caballero amigo tuyo trata a la señora como santo de barro, que se mira y no se toca? Déjate de eso, y pensemos en nosotros.
Palabra del Dia
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