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Actualizado: 14 de junio de 2025
PANTOJA. Ángel de todos, de Dios principalmente. Convéncete de que has caído en buenas manos, y déjate, hija de mi alma, déjate criar en la virtud, en la pureza. Bueno, señor: purifíquenme. ¿Pero soy yo mala? PANTOJA. Podrías llegar a serlo. Prevenirse contra la enfermedad es más cuerdo y más fácil que curarla después que invade el organismo. ELECTRA. ¡Ay de mí! PANTOJA. ¿Por qué suspiras así?
Interpelado así bruscamente, contestó Miguel de Zuheros: Déjate de eso ahora. En asuntos más graves debemos ocuparnos y más gloriosas empresas nos conviene acometer. Dime, sin embargo, pues no te niego que soy curioso, algo más que sepas de donna Olimpia. Poco más puedo contarte. Si hemos de creer lo que ella refiere, no ha habido, en lo que va de siglo, mujer más victoriosa.
Déjate de medicinas... ¿Para qué ya?... Vaya, D. Plácido, prepárese; verá qué golpe... Se me ocurrió una idea, hace poco, cuando estaba sin habla, al punto que me entraba también la idea de mi muerte... Ponga ahí lo que yo le diga: «Señora doña Jacinta. Yo...». Yo... repitió Plácido.
Sobrino exclamó la marquesa , déjate por Dios de esas palabras extranjeradas, que me degüellan. Perdonad, tía siguió Rafael ; pero son necesarias para mi historia y participan de su esencia.
Quiso hablar y no pudo... La voz le hacía gargarismos. «Sí... quererte a ti añadió ella . No sé por qué lo dudas. ¡Ah!, no me conoces... no sabes de lo que soy capaz... déjate de tiologías... ¡El amor! Yo te enseñaré lo que es... No lo sabes, tontín... ¡la cosa más rica...!».
Y vio que la Pepa estaba cortando dos palos. ¿Qué estás haciendo? le preguntó. Después de vacilar un momento, ella contestó, trémula de miedo: Una cruz para los muertos. ¡Dejáte de cruces, gallega, y sacá pronto las ropas del mocito que está en la zanja todavía vestido! La Pepa despojó también el cadáver de Peñálvez, y después, creyendo ya dormido al Chucro, fue a terminar su cruz.
Pues déjate que venga la otra... también aquella es de la piel de Cristo... ¿Quién? La amiguita, la que protege a mi niña... Fortunata vio delante de sí, súbitamente, una oscura niebla que se le iba encima... El corazón le dio un salto... «Jacinta dijo ; pues qué, ¿también viene aquí esa?». Ayer estuvo... Ella misma traía mi niña.
Pepita seguía llorando y sollozando sin contestar. ¡Ea! Déjate de llanto y dime lo que tienes. ¿Qué te ha dicho el vicario? Nada ha dicho que pueda ofenderme contestó al fin Pepita.
Palabra del Dia
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