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Un famoso operador me tomó por ayudante; dejé de ser criado.... Empecé a servir a la ciencia... mi amo cayó enfermo; asistile como una hermana de la Caridad.... Murió, dejándome un legado... ¡cosa graciosa!

Allí murieron mis padres, dejándome en la cuna; allí el abuelo se durmió tranquilamente en el Señor; allí corrió mi vida regocijada y venturosa. ¡Con qué pena dejarían mis tías aquella casa, centro de todos sus afectos, relicario de los más dulces recuerdos! Me la imaginaba, y mis ojos se llenaban de lágrimas.

Había comprendido que la ruina estaba allí, en aquella casa y sobre mi cabeza. ¡Y... bien! No , si dejándome mi padre colmado de todos sus beneficios, me hubiera costado más y más amargas lágrimas. A mi pesar, á mi profundo dolor, se unía una piedad que, ascendiendo del hijo al padre, tenía algo de singularmente punzante.

Despues de mediodia se puso en marcha el Super-intendente, con los que le acompañaban, para el Rio Negro, dejándome la órden para que yo regresase á dicho rio, con toda la expedicion con que vine, luego que viniese á bordo la chalupa. Este dia mandé porcion de la gente de á bordo á cavar tierra para sembrar algunas semillas, y empezé á alistar la vasijería, y á hacer la aguada.

Dejándome llevar del único pensamiento racional que sobrevivía en mi cabeza, pregunté a Chisco: Dime, hombre, ¿se parece a esto nuestro valle? ¡Quiá! me respondió el espolique con el mayor desdén. Es más ancho, ¿eh?... y más... ¡Quiá! Ni la metá siquiera. ¡Demonios! repliqué . Pero serán más bajos los montes...

Sus labios apretados, sus narices abiertas, la palidez repentina de su frente atestiguaban el combate interior por que pasaba. Repentinamente bajando su látigo como para saludar. ¡Pues bien dijo perdón! En el mismo instante castigó violentamente su caballo, y partió al galope dejándome en medio del camino. No la he vuelto á ver después. 30 de julio.

Me parecía que iba a cometer un parricidio. A mis primeras palabras, su cara risueña y cordial se contrajo y tomó una expresión que nunca olvidaré, en la que se leían la sorpresa, la pena y muchos reproches. Me escuchó en silencio, dejándome enredarme en mis frases y sin ayudarme con una palabra en mi penoso discurso.

La he dado el dinero que usted me entregó, la he dicho que están pagados los quince dias de alquiler, la he exhortado á que se arrepienta, á que olvide ese amor funesto, y á que espere en la misericordia de Dios. ¿Y cómo está? la preguntó con impaciencia mi mujer. Quedó más tranquila, mucho más tranquila, y diciendo esto desapareció, dejándome las notas. No quise perder tiempo.

No queriendo dar a entender que desconocía este enérgico modo de anunciarse, ni desairar el agasajo de quien sin duda había querido hacérmele más que mediano, dejándome torcido para todo el día, traté sólo de volverme por conocer quién fuese tan mi amigo para tratarme tan mal; pero mi castellano viejo es hombre que, cuando está de gracia, no se ha de dejar ninguna en el tintero. ¿Cómo dirá el lector que siguió dándome pruebas de confianza y cariño?

Pero ese infame hombre la ha abandonado... La ha arrojado de su casa dijo D. Paco. Múltiple exclamación de horror resonó en la sala. Esta mañana añadió Asunción sacando difícilmente de su pecho el aliento necesario para hablar lord Gray salió dejándome sola en la casa.