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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Dejándome llevar del único pensamiento racional que sobrevivía en mi cabeza, pregunté a Chisco: Dime, hombre, ¿se parece a esto nuestro valle? ¡Quiá! me respondió el espolique con el mayor desdén. Es más ancho, ¿eh?... y más... ¡Quiá! Ni la metá siquiera. ¡Demonios! repliqué . Pero serán más bajos los montes...

La leve turbación de mi espíritu que siguió al dichoso comienzo de mi vida literaria se desvaneció muy de prisa. A la efervescencia excitada por una producción pronta, arrastradora, casi irreflexiva, sucedió una gran calma, es decir, un momento de serenidad y de examen singularmente lúcido. Había en un antiguo yo mismo de quien ya hace largo tiempo que no le hablo a usted, que callaba pero que sobrevivía. Aprovechó aquel momento de reposo para reaparecer usando un severo lenguaje. Con los avasallamientos de mi corazón me había emancipado por completo.

Ya no había un vestigio de aquella época, la anciana sobrevivía en un presente ruidoso, cuyos ecos sin interés para ella solían llegarle, sin embargo, por la conversación voluble de sus nietas modernas. Cuando la abuela se hubo recogido, y ellas bajaron nuevamente, aquellas historias continuaban flotando como un romántico hálito antiguo sobre las cabezas de Adriana y las Aliaga.

Más de media hora estuvo oyendo los agravios que don Juan tenía con su hermana, el odio nacido al casarse ésta con el doctor Pajares, que sobrevivía a pesar del tiempo transcurrido. Adiós, Juanito, y no hagas caso de tu madre dijo al despedirle en la escalera . Lo que debes hacer es preocuparte menos de tu familia, que nunca ha pensado en ti, y preparar tu porvenir.

Ardía aún después de ocho años aquella pasión que había resistido a la falta misma del vaso de deleite; que ultrapasaba la muerte capital del organismo que la creó, la sostuvo, y no fué capaz de aniquilarla consigo; que sobrevivía monstruosamente de misma, transmutando el ansia causal en supremo goce final, manteniéndose ante la eternidad en una rugosidad del viejo cráneo.

Si el autócrata se hubiera encontrado en el buque volado, su muerte, en el instante preciso en que los audaces revolucionarios se alzaban en armas por tantas partes a la vez, habría sido probablemente el principio del fin; pero por causa de un imprevisto cambio, la corte había tomado la vía terrestre, y entonces las revueltas parciales fueron ahogadas en sangre: de los cabecillas, el único que sobrevivía era Zakunine, que se había mantenido lejos.

Palabra del Dia

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