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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Ardía aún después de ocho años aquella pasión que había resistido a la falta misma del vaso de deleite; que ultrapasaba la muerte capital del organismo que la creó, la sostuvo, y no fué capaz de aniquilarla consigo; que sobrevivía monstruosamente de misma, transmutando el ansia causal en supremo goce final, manteniéndose ante la eternidad en una rugosidad del viejo cráneo.

Un alto estado de perfeccionamiento social tiene para él un grave inconveniente en la facilidad con que suscita la aparición de espíritus deformados y estrechos; de espíritus «muy capaces bajo un aspecto único y monstruosamente inepto bajo todos los otros». El empequeñecimiento de un cerebro humano por el comercio continuo de un solo género de ideas, por el ejercicio indefinido de un solo modo de actividad, es para Comte un resultado comparable a la mísera suerte del obrero a quien la división del trabajo de taller obliga a consumir en la invariable operación de un detalle mecánico todas las energías de su vida.

«En La hija del aire encontramos, sin duda, acumuladas algunas cosas extrañas; á un asunto sacado de la más remota antigüedad, acompaña un enredo muy singular y refinado; las descripciones y narraciones son también monstruosamente enfáticas, y lo cómico, más moderno, se ajusta en fábula mística á esa composición dramática, harto prolija y difusa; pero puede sostenerse que estos defectos, que se reproducen en todas las obras de Calderón, son en ésta necesarios, atendiendo á sus materiales, y por esta causa aparecen aquí mezclados y confundidos, formando un todo harmónico de grande, aunque relativa sublimidad.

Ella creía que un fraile la podía admirar por su talento, estimar por sus virtudes, venerar por su conducta intachable, y gustar de su trato y conversación, y complacerse en ser su amigo; pero enamorarse de ella le parecía tan absurdo, tan contrario a todas las conveniencias y leyes sociales y religiosas, tan monstruosamente feo y chocante, que no quería, ni podía, ni debía sospecharlo en persona del juicio, de la circunspección y hasta de la santidad que en el P. Enrique notaba.

El trato de la ruda, y grosera tropa de antaño, en la vida de frontera y en la guerra contra los salvajes, rebajaba visiblemente la cultura de los oficiales, es del negro trato de los negros que proceden las peores grietas o depresiones morales de los norteamericanos, y ninguna profesión, ni la de carnicero, ha llegado nunca a degradar tan monstruosamente el carácter humano, como el Santo Oficio de la Inquisición.

Miguel había oído varias veces citar su nombre entre los astros del toreo; pero como gloria pasada; tanto, que lo juzgaba retirado hacía tiempo. El hermano era un muchacho de veinticinco o veintiséis años, buen mozo, de rostro hermoso aunque algo afeminado. Merluza un jayán monstruosamente feo. Los dos aficionados, jovencitos barbilampiños, escuálidos, y vestidos a la última moda.

De la misma naturaleza, origen, materiales, formas y estructura inmoral de los dioses monstruosamente horribles y bárbaros de los pueblos salvajes, es el diablo: aterrador, seductor, astuto, traidor, hipócrita, dañino de oficio, perverso de profesión, deleitándose en el mal de los niños y de los adultos, obligados por las creencias de sus mayores a vivir en peligro perpetuo y en guardia permanente contra sus incansables asechanzas, especialmente encaminadas a malear a los buenos, para hacerlos caer, por la condenación divina, en su rebaño de condenados perpetuos, habiendo él mismo llegado a la impunidad absoluta de sus maldades ulteriores por haber incurrido desde la primera en el máximum de castigo.

Unos dicen que anduvo por aquel mundo monstruosamente grande, de feria en feria, siendo exhibido en circos y barracas como una curiosidad nunca vista, y que sus viajes le sirvieron para conocer los diversos pueblos en que se hallan divididos los colosos.

La conciencia de su ignorancia y el más estólido orgullo se combinan monstruosamente para dar este resultado. ¡Depender de semejante mujer como sirviente, ó necesitarla por cualquier concepto, basta y sobra para formarse cabal idea de cómo serían los más terribles señores de horca y cuchillo! La niña de esta casa no habla jamás.

Despojarme yo de la vida sería rechazar con sacrílega soberbia el don que el cielo me ha otorgado: sería infringir monstruosamente la ley eterna y romper el orden natural con la energía de mi voluntad rebelde. No me disculpa el ansia de llegar al bien supremo. No debo ir a él violentamente: debo aguardar a que me llame.

Palabra del Dia

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