United States or Monaco ? Vote for the TOP Country of the Week !


Quise hablar, para dar mayor seguridad de que no era nada lo que había pasado, que la muñeca conservaba íntegros sus miembros, y yo lo mismo, y que celebraba la ocasión de conocer una niña tan hermosa y simpática, etc., etc. Nada de esto fue posible. La chica murmuró confusamente un "muchas gracias", y se apresuró a cerrar la puerta, dejándome con el discurso en el cuerpo.

Los dos hombres, dejándome a atado y con la boca tapada, cogieron cada uno un remo y, apalancando en las paredes y remando, llevaron el barco hasta las puntas. Ya allí, tiraron de las cuerdas para izar las velas, chirriaron las garruchas, y dos formas obscuras aparecieron en la obscuridad de la noche.

No sino que el menguado me quitó cuanta ropa llevaba puesta dejándome en gregüescos y después me enjaretó este sayal blanco, quedándome yo aquí corrido y sin atreverme á volver al pueblo y mucho menos á presentarme á mi mujer, que si me ve en esta guisa pondrá el grito en el cielo, tratándome de borracho y correntón.

Dios castigaba mi impiedad. Pasaron algunos días sin que yo fuese a ver a Amparo. Tenía miedo de verla. Temía echar a perder inútilmente mi papel de protector, de padre, dejándome arrebatar a una situación ridícula en un momento de olvido. En estos días mi administrador general se empeñó en darme cuentas, y me vi obligado a ceder, para que tuviese ocasión de convencerme de que era hombre de bien.

Tengo necesidad de sus consejos, de sus observaciones y de su fino espíritu crítico... Y he corrido a casa de Sofía Jansien, a la que había anunciado mi visita. Pero había salido, dejándome una excusa y citándome para mañana. La noche me va a parecer larga. Esa mujer presiente el objeto de mi visita y retrocede todo lo posible. Preciso será que hable, sin embargo, y yo sabré obligarla.

Yo le dije que cómo era posible que pudiese hacer aquello dejándome en tierra los alemanes y otros soldados y gentes, que era casi en número de otra tanta como la que quedaba en el fuerte, y que para el agua que había era grandísimo inconveniente.

¡Eh! ¡quieto, Mustafá! le dijo, dejándome oír una voz infantil y fresca, al par que armoniosa y grave: ¿no ves que es un caballero? El perro retrocedió, y yo me acerqué más. La muchacha me miró de nuevo. Hay miradas que son una historia. Hay miradas que son un poema. Hay miradas que son una sátira. Hay miradas que dilatan el alma. Hay las por el contrario que la comprimen.

Dejándome llevar de la impetuosa pena que pugnaba por desbordarse en mi afligido pecho, y olvidando toda la consideración, todo tacto, toda prudencia, con el acento de la verdad y de un dolor inmenso, dije lo siguiente, sin reflexión ni cálculo alguno: Señora, Inés y yo éramos novios... Yo la quiero, yo la adoro...; ella también...

¿Y qué habéis pensado de la reina? Dejándome guiar de las apariencias, hubiera pensado de ella mal si don Francisco de Quevedo y Villegas, mi amigo, no me hubiera hablado de su majestad bien. Si os guiáis por las apariencias, debéis haber pensado de muy mal. Yo... séquese mi pensamiento, si llego á pensar de vos...

Quedó en ir a la mañana siguiente a invitar a Gloria y en avisarme por medio de carta el día y hora de la excursión y, en general, todo lo que sucediese. Mis esperanzas, tan pronto vivas como muertas, renacieron ahora más frescas y lozanas que nunca. Parecíame imposible que, dejándome un rato a solas con mi ex novia, no la conmoviese y redujese a quererme otra vez. Tal fe tenía en mi elocuencia.