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Actualizado: 15 de junio de 2025


Por más que a la distancia parezca, no es tan grande la desmoralización que Rosas ha engendrado; los crímenes de que la República ha sido testigo, han sido oficiales, mandados por el Gobierno; a nadie se ha castrado, degollado ni perseguido sin la orden expresa de hacerlo.

Su religión es el porvenir de la República, cuya imagen colosal, indefinible, pero grandiosa y sublime se le aparece a todas horas cubierta con el manto de las pasadas glorias y no le deja ocuparse de los hechos que presencia. Estoy seguro de que el alma de cada unitario degollado por Rosas ha abandonado el cuerpo desdeñando al verdugo que lo asesina y aun sin creer que la cosa ha sucedido.

La historia de su raza es la de las grandes degollaciones de su país; en sus antepasados, tal vez no haya uno durante tres siglos después de la conquista de las Antillas, que no haya sido brutalmente degollado por algún civilizador; sin embargo, no conservan ningún rencor, y su honrada bondad se armoniza con su límpido cielo, sus tierras tan fecundas, y sus arroyos con inmarcesibles y encantadoras riberas.

El campesino enviado de los tulisanes dijo que probablemente la banda tendría que alejarse, y si tardan mucho en entregarle el rescate, pasarían los dos días y Cabesang Tales sería degollado. Esto volvió locos á aquellos dos séres, ambos débiles, ambos impotentes. Tandang Selo se levantaba, se sentaba, bajaba las escaleras, subía, no sabía á dónde ir, á dónde acudir.

«Prenderéis a don Juan de Lanuza, y hacedle cortar luego la cabeza», tal era la orden manuscrita de Felipe Segundo. ¿Y quién me condena? había preguntado el Justicia al oír la lectura de la sentencia. El Rey mismo le respondieron. Nadie puede ser mi juez replicó sino Rey y reino juntos en Cortes. Al otro día el primer magistrado de Aragón era degollado por mano de verdugo.

Le veía apoyado en la pared de enfrente, cerca del cafetín, de puntillas algunas veces para dominar mejor el agitado río de cabezas que en corriente interminable atravesaba la plazuela, y lanzando al balcón de Amparito miradas de inmensa desesperación, que ella... ¡la ingrata! decía que eran de cordero degollado.

¿Ja? ¡Rayo! exclamó Chichoy, buscando con los ojos un arma y no viendo ninguna, cogió su soplete. El maestro se sentó; le temblaban las piernas. El crédulo ya se veía degollado y lloraba de antemano por la suerte de su familia. ¡Ca! dijo el escribiente; ¡degüello no va á haber! El consejero del é hizo una seña misteriosa está por fortuna enfermo. ¡Simoun! ¡Ejem, ejem, ejjjem!

Ultimamente, el doctor don Vicente Maza, el secretario de Rosas y procesador de los reos, murió también degollado en la sala de sesiones; de manera que Quiroga, sus asesinos, los jueces de los asesinos y los instigadores del crimen, todos tuvieron en dos años la mordaza que la tumba pone a las revelaciones indiscretas. Id ahora a preguntar quién mandó matar a Quiroga. ¿López? No se sabe.

Después de haber degollado muchos, fueron á casa de Raul Paqueo, pariente de Andronico, y suegro de Fernando Aones el Almirante, y pidió el pueblo que luego se les entregasen los Catalanes que habia dentro; y porque esto no se hizo tan presto como ellos quisieron, pegaron fuego á la casa con que se abrasó todo cuanto habia dentro, y aquí tengo por cierto que los tres Embajadores y el Almirante perecieron.

Parece que no la necesitaba Aurengzeb, que era el varon mas religioso de todo el Indostan, puesto que habia degollado á uno de sus hermanos, y dado veneno á su padre, y habia hecho perecer en un patíbulo á veinte rajaes y otros tantos omraes; pero no queria decir eso nada, y no se hablaba de otra cosa que de su devocion, á la qual la de ningun otro era comparable, como no fuese la de la sacra magestad, del serenísimo emperador de Marruecos, Mulcy Ismael, el qual cortaba unas quantas cabezas todos los viernes, despues de hacer oracion.

Palabra del Dia

rigoleto

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