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Actualizado: 24 de junio de 2025
¡Pícaro! ¡Tragón! dijo en aquel momento Currita . ¡No le muerdas!... ¿Habráse visto?... ¿Para quién son esos sopirritones?... Para ti... ¿Para mí, esos sopirritines?... E incorporándose un poco, dijo mirando siempre a la pecera: Hija, dispensa. ¿Dónde decías que vive esa francesa? ¡No, si no lo decía! gritó la otra pasando del despecho a la furia , pero te lo digo ahora para que abras los ojos.
«Después que leia la carta en que me decías que ibas a colocarte en la hacienda del señor Fernández me puse muy triste. ¿Por qué? ¡Dios lo sabe! Como eso es bueno para tí debía yo ponerme alegre, muy alegre, pues con ese destino ya no tendrás dificultades y tu vida será más tranquila; pero voy a confesarte una cosa, aunque te rías de mí.
Hay casos en que el testimonio de la propia conciencia es, para el hombre de honor, suficiente: ¡Pero hombre... de honor!... ¡Si me decías hace un momento que, aunque la virtud depende de nuestras propias acciones, la honra depende de la opinión ajena!...
Al momento me ocurrió una idea. ¿Qué papel es ese? le dije. Vamos a verle; será de algún enamorado; se lo arrebato, veo que empieza: Querida Anita; cuando no vi mi nombre respiré; empecé a echarlo a broma. ¿Quién será el desesperado? le decía riéndome a carcajadas. Veamos, y él mismo leyó el billete, donde me decías que esta noche nos veríamos aquí, si podía venir sola. Si vieras cómo se reía.
Se enteraron de las noticias que había de D. Félix y su hija y las comentaron largamente, con la garrulería bien sabida de las comadres. Flora se despidió al cabo. Cuando se hubo apartado unos pasos Elisa la llamó. Florita. ¿Qué decías? ¿Ves esa hermosa tierra que tanto produce? manifestó con sonrisa maliciosa apuntando á la Vega sembrada de maíz que se extendía debajo del camino.
Tú que decías que no encontrarías mujer a tu gusto, te estás sintiendo tiernito ahora; ha sido necesario venir a estos mundos para encontrarla. Ya me estás casando, Melchor. No digo tanto; pero tu declaración de ahora, y tu pesadilla de anoche dejan pensar que este viaje puede resultar de grandes... enseñanzas. Por lo pronto hemos recogido una dijo Ricardo, que va contra tus ideas. ¿Cuál?...
He oído lo que decías a mi tía, no hace mucho. Pues bien, señorita, si habéis oído no tenéis necesidad de hacerme hablar. Susana me volvió la espalda y no quiso contestar a ninguna de mis preguntas.
En rigor, pudiera arrastrar conmigo tu cuna como las pobres «reliquias» de mi madre, pero no su tumba; y cuando se baja la cuesta de los cincuenta años los muertos atraen más aún que los vivos. Gracias a Dios, tía Liette, como decías hace un momento, estás buena y sana, y yo, que no vivo con mis recuerdos, desearía otra compañía.
«Bien merecido me lo tengo declaró en un arranque de dolor combinado con la rabia , porque los dos hemos sido malos; pero yo he sido más mala que tú... yo dejo tamañitas a todas... ¡Dios, con la que yo hice!, ¡portarme como me porté con aquella familia! Tú me decías que no era nada, cuando yo me ponía triste... pensando en lo que había hecho, sí, y te reías... te reías».
Esta noche no me has dado un beso, hijo mío dijo medio en broma, medio regañando; sabes que cuando eras pequeño, eso era mala señal; alguna tontería o alguna pena que ocultarme. No querías mirarme de frente porque decías que leía en tus ojos... Y apoyándose en la almohada, preguntó en tono risueño, desmentido por su acento angustiado: ¿Tontería o pena, hijo mío?
Palabra del Dia
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