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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Siéntese aquí, al lado mío. Y ustedes perdónenle. ¡Ha sufrido tanto por mi culpa! ¿Pero qué lío es este, Adriana? interrogó Charito con aire de sorpresa y de reproche. Ya lo sabrás, cuestión de algunos minutos. Todo se aclarará. Ya lo sabrás también tú, Lucía, aunque sospecho que también te estabas enamorando un poco de Muñoz... ¿Qué le decías, con tanto mimo, cuando yo entre?
Tú nunca renegaste la esperanza Y á su manto te asiste con afan: Ella fué tu constante lazarillo En medio de la densa oscuridad, Y siguiendo su huella luminosa Decias: «Yo te veo ¡oh libertad! «Fija en el horizonte nebuloso «Como el astro del polo en alta mar: «Te veo por el orbe peregrina «Vestida con el rústico sayal, «Pero el báculo fiel de la esperanza «Me indica que tú vas á descansar «En las hermosas playas de mi patria, «Mas hermosas el dia que entre palmas «Te reciban con cántico triunfal.» Si, poeta, algun dia nuestra patria Los himnos de la union entonará Y entonces en la plaza y la tribuna De un gran pueblo la voz se escuchará, Y sus nobles instintos dirigidos Nos darán la comun felicidad; Porque libre, pacífico y virtuoso Residirá su fuerza en la moral.
Una humilde choza por vivienda; un saco de paja por lecho; un haz de enea por almohada; una honrada esteva por oficio; pan, agua y salud por alimento; un ramo de tomillo por corona; los bosques, los mares y los cielos por poesía; el Dios que llena al mundo por esperanza; ¿qué más podia apetecer? Tú tenias razon, madre de mi alma; tú me decias bien, madre de mi vida.
Di ajumao, que es más bonito y atenúa un poco la gravedad de la falta. Pues como estabas ajumaíto, no eras responsable de lo que decías. Pero qué, ¿se me escapó alguna palabra que te pudiera ofender? No; sólo una media docena de voces elegantes, de las que usa la alta sociedad. No las entendí bien. Lo demás bien clarito estaba, demasiado clarito.
Hombres y caballos se hunden; pero yo salgo sano y salvo. ENRIQUE. ¿Qué tienes? ELSA. Nada. Me había parecido oír algo. Decías que un río te había atajado el camino... ENRIQUE. Luego, unos hombres nos atacan. Una batalla sangrienta sobreviene; pero logramos abrirnos paso. ELSA. ¿Y después? ENRIQUE. Atravesamos una ciudad ardiendo. Creo que nunca voy a salir de ella.
¿Prescindir de la opinión?... ¿Pues no decías ahora mismo que lo que se dice de los hombres, sea o no cierto, ocupa de ordinario tanto lugar en su vida como lo que realmente han hecho?
No había aún el cura salido del patio, cuando mi tía se abalanzó sobre mi sacudiéndome el hombro hasta la dislocación. ¡Bachillera, atrevida! voceó, ¿qué has hecho para que el cura se haya ido tan pronto? ¿Por qué se enfada usted le repliqué, si no sabe de lo que se trata? ¡Ah! ¿Conque yo no sé? ¿Conque no he oído lo que le decías al cura, desfachatada?
Aquí Asunción cesó de hablar, y Lola, que la escuchaba con tristeza y curiosidad, aguardó un rato a que continuase, y viendo que no lo hacía, le preguntó: Pero, ¿por qué me decías que después de contármelo no iba a darte más besos y todas aquellas cosas?... Al contrario, ahora te quiero más... mira como te quiero. Y Lolita al decir esto le daba apasionados besos.
Deja a ese hombre..., no hables de lo que no me interesa. ¿Conque antes decías que los tenderos de la calle de la Sal martirizaban a la chiquilla...? Sí, señora, mucho. Me desgarraba el corazón contesté sin cuidarme de disimular los sentimientos de mi alma. Era natural que te interesaras por la desgracia. Es que yo había conocido a Inés antes de que a tal casa fuera.
¿Pero es posible? ¿No fue posible que tú me dejases sin motivo, queriéndome como decías? ¿De qué te sorprendes? ¿Quién ha buscado a quién? Mientras fui tuya, ¡vergüenza me da recordarlo!, ni siquiera sospechaste el cariño que mi corazón encerraba para ti. Después, suponiendo que era de otro hombre, me has deseado con rabia, con locura, como se desea lo ajeno.
Palabra del Dia
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