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Actualizado: 19 de mayo de 2025
¡Ah! ¿sois vos, señor Juan? que me place; y ya que no nos hemos sangrado, alégrome de que hayamos acariciado nuestras espadas para daros un consejo: lo de tajos y reveses á la cabeza, dejadlo á los colchoneros, que sirven bien para la lana, y aficionáos á las estocadas; de mí sólo sé deciros que de los instrumentos de filo, sólo uso la lengua. ¿Pero qué hacéis aquí? Espero.
¿Pero qué amor es ese?... un amor de dos horas. ¡Ay, don Francisco! en dos horas... menos aún, en el punto en que la vi... ¿Luego la habéis visto? Sí. ¿Dónde? Perdonad, no me pertenece el secreto. Guardadle, pues; pero entendámonos: ¿decís que habéis visto á esa dama? Dadme sus señas. No puedo daros seña alguna, porque fué tal el efecto que me causó su hermosura, que cegué.
El sabio naturalista quedó estupefacto. Pero, hija, ¿por qué no me lo has pedido? Dinero no puedo daros, porque ya sabes... Sí, papá... no me digas nada. El ingenioso Sánchez aprovechó la ocasión para instruir a su hija. El tabaco era una planta solanácea de olor fuerte y característico, cáliz tubulado, raíz fibrosa, tallo velloso de médula blanca, hojas alternas laureadas y glutinosas, etc.
Entonces se acercó á ellos en cuatro saltos y les gritó con voz penetrante: ¡Había de daros vergüenza, mastuerzos!
Las medias y los zapatos del ventero. ¡Ah! pues... sí... bien... y á Madrid á escape. Como gustéis. Pues en marcha dijo Quevedo , ya estoy listo. Esperad, esperad un momento á que yo esté listo también. Quiero daros resguardo, la noche es obscura y mala y no sabemos lo que os puede acontecer de aquí á Madrid, que hay media legua larga.
16 Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las Iglesias. YO SOY la raíz y el linaje de David, y la estrella resplandeciente y de la mañana. 17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiere, tome del agua de la vida gratuitamente.
Pero... me olvidaba... esta carta no puede ir sin otra suya, y él no ha venido. En aquel momento entró en el cuarto una dama de la reina que venía de ceremonia. ¡Ah, doña María! exclamó la joven. Vengo, doña Clara, primero á daros la enhorabuena... una triple enhorabuena... qué sé yo cuántas enhorabuenas... ¡Oh! ¡Muchas gracias, señora! Anselmo, vete fuera. Sentáos, doña María.
Naturalmente contestó la joven , habíais llegado antes que él, y quedaros cuando él se va es daros unos aires de dueño de casa a los que nada os ha autorizado, según creo. Es cierto contestó , os pido mil perdones; pero ya sabéis que el sentimiento no razona. Hacéis mal.
Habéis creído mal... yo no podía casarme con vos; yo no podía daros esa suma de encantos, de nobleza, de dignidad que os ha dado vuestra esposa; yo era, yo soy una mujer perdida para el amor; lo he conocido al conoceros... al amaros he comprendido que no debía ser para vos lo que he sido para otros... quería ser más... quería ser... vuestra hermana... vuestra hermana del corazón... oíd... no vendréis á mi casa... no... eso se sabría... creerían que yo era vuestra querida... lo sabría vuestra esposa, porque conoce á muchas gentes, y entre esas gentes, que son como todas, las hay sin duda que se gozan en la desgracia ajena... esto es odioso, pero es verdad; por recatadamente que viniérais á verme, alguien os vería... ya lo creo... os sentirían mis criados... y mis criados... lo dirían, porque los criados lo dicen todo... no, no debéis, no podéis venir á mi casa, porque no podéis, no debéis herir el corazón de vuestra esposa.
Cuando menos lo penséis llegaré hecho un potentado, y para daros en cara soy capaz... soy capaz... ¡hombre, soy capaz de venir con levita! ¡No, por Dios! gritaron los compadres riendo. Había saludado á Soledad con no fingida naturalidad y aun la había piropeado graciosamente. Y era lo raro que la joven parecía más turbada que él.
Palabra del Dia
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