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Actualizado: 30 de junio de 2025


Ahora, el mismo presentimiento le avisaba una reconciliación de los dos hombres, cuyos bultos distinguía confusamente. ¡Bendito sea el Cristo del Grao!... Y al saber que el capitán se quedaba á bordo hasta la tarde, se lanzó á la confección de uno de sus arroces magistrales, para solemnizar la vuelta de la paz. Poco antes de la puesta del sol, Ulises se encontró con su amante en el hotel.

Allí, cerca de una hacienda, frente por frente de una aldea salinera, entre cuyos montículos estériles yergue una pobre palma, mísera desterrada de fecundo suelo, su empolvado penacho, había un sitio que hasta en lo más crudo del invierno hacía gala de sus hierbajes verdes. Era mi sitio predilecto.

El cielo, el horizonte, las fantásticas formas de la sierra azul, revueltas con las masas de nubes, le sugerían vagas ideas de un mundo desconocido, quizás mejor que este en que estamos; pero seguramente distinto. El paisaje es ancho y hermoso, limitado al Sur por la fila de cementerios, cuyos mausoleos blanquean entre el verde oscuro de los cipreses.

Desde entonces Rosita andaba con la mayor circunspección y gravedad; varias veces noté que al subir una escalera delante de , cuidaba de no mostrar ni una línea ni una pulgada más arriba de su hermoso tobillo, y este sistema de fraudulenta ocultación era una ofensa a la dignidad de aquel cuyos ojos habían visto algo más arriba.

Con razón le llamaban paraíso sus antiguos dueños, aquellos moros cuyos abuelos, salidos de los mágicos jardines de Bagdad y acostumbrados a los esplendores de Las mil y una noches, se extasiaron sin embargo al ver por primera vez la tierra valenciana.

Mirando al mismo tiempo como por principal objeto el que cesen las ofensas á Dios Nuestro Señor, cuyos ministros, los Señores sacerdotes, tendrán el debido aprecio y veneracion á sus estados, y del mismo modo las religiones y monasterios, por cuya piadosa y recta intencion con que procedo, espero de la divina clemencia, como destinado por ella, para el efecto me alumbrará y gobernará para un negocio en que necesito toda su asistencia para su feliz éxito.

Pero en algo habían de distinguirse los buenos de los malos; y él, el réprobo, el chueta, el hereje aborrecido de unos y otros, había correspondido a esta falta de amistad ocupándose de los asuntos de Jaime. Seguramente le habría escrito varias veces de esto su amigo Toni Clapés, cuyos negocios marchaban bien, como siempre, aunque acababa de sufrir algunas contrariedades.

Luego le detuvo en el vestíbulo, por la idea del retrato desaparecido, cuyos fragmentos apretaba nerviosamente en el bolsillo. Entonces, como Julio, sin atenderle, se dejara caer en un sillón, le miró: había cerrado los ojos, palidísimo, y apoyaba la cara de perfil en el respaldo; una de sus manos colgaba inerte. Se sorprendió Muñoz extraordinariamente. En seguida una alegría frenética le agitó.

En cambio, desde las ventanas altas del caserón se contemplaba el aliñado verjel de don Alonso, con sus estanques repletos, sus senderos limpios y sus alheñas y arrayanes recortados graciosamente como en los jardines de Italia. Distinguíanse, asimismo, los famosos parapetos imaginados por el hidalgo, y cuyos mosaicos de piedrecitas blancas, negras y coloradas figuraban fábulas de Ovidio.

Esmaltándolas, los grandes astros centelleaban en medio de un cortejo infinito; Aldebarán, que ciñe una púrpura de luz; Sirio, como la cavidad de un nielado cáliz de plata volcado sobre el mundo; el Crucero, cuyos brazos abiertos se tienden sobre el suelo de América como para defender una última esperanza...

Palabra del Dia

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