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Actualizado: 2 de junio de 2025
Un perro salva ciegamente al enemigo de su dueño. Yo cuidaré a esa pobre criatura como si todos tuviésemos interés en que se curase. Después de la partida del doctor, la señora Chermidy pasó a su tocador y se entregó en manos de su doncella. Por la primera vez en mucho tiempo se dejó vestir sin fijarse: ¡tenía otras preocupaciones más importantes!
Corrió hacia el interior del carromato y vio que Guillermito dormía descansadamente y no quiso despertarlo; un momento después oyó la misma apagada voz que repetía: ¡Madre! volvió al carruaje, se inclinó sobre el pequeñuelo y recibió su aliento en la cara, y otra vez lo arropó como pudo y volvió a emprender la marcha a su lado, pidiendo a Dios que lo curase, y con los ojos levantados al cielo, oyó la misma voz, ya exánime, que por tercera vez la llamaba: ¡Madre! y en seguida una grande y brillante estrella cruzó el espacio, apartándose de sus hermanas, y se apagó, y presintió lo que había sucedido y corrió al carromato otra vez, tan sólo para estrechar sobre su dolorido corazón una carita desencajada y fría como el mármol.
Pero Lita sabía por qué preguntaba eso. Lo preguntaba porque había oído decir a los sirvientes que los médicos no podían curar su enfermedad. Y ella esperaba que su madrina fuera una hada y la curase. ¿Qué hubiera sido de la Bella-Durmiente-en-el-Bosque sin su hada madrina?... La mamá de Lita, que era muy linda y bien vestida, diole un beso en la mejilla y salió a visitas y compras.
Vestía una magnífica bata de seda azul que no podía velar la curva pronunciada de su vientre. No ha dicho que vendría él a curármelo... Además me molesta mucho ya. La joven se acercó a la cama. Después de unos momentos de silencio, poniendo la mano sobre la cabeza de su marido, le preguntó: ¿No sería mejor que el médico te curase? No, no respondió él, malhumorado.
Como el médico estaba viejo y averiado y tenía no poco que hacer, don Policarpo ejercía también, con sentimiento del médico, la medicina y la cirugía. El herrador le llamó al punto para que curase a su hijo. Don Policarpo le atendió muy bien y pronosticó que le curaría pronto, porque sus contusiones, si bien en extremo dolorosas, no eran de peligro ni daban que temer por su vida.
Los sabios consejos de mi confesor, a quien, dominando el rubor que encendía y quemaba mi rostro, mostré la herida de mi alma para que la curase, y el bálsamo de nuestra santa religión que él vertió en la herida, me prestaron aliento y brío para desbaratar las cadenas en que me tuviste aprisionada, para apartarte de mí y para tomar luego la determinación que he tomado.
Enrique me rogó que le presentara la cuenta de mis honorarios, y Cecilia me prometió acudir a mí para que le curase todos los pinchazos de agujas y alfileres. Poco después dieron las once, y cada uno tomó su palmatoria. Yo entré en mi alcoba, desde donde oía aún las carcajadas y las alegres carreras que daba en los comedores aquella juventud bulliciosa.
Apellidábase Nogueras, y era un joven de carácter alegre, pequeño de cuerpo, con lentes de grueso cristal, que tomaba a broma los lances de la vida, como si le curase de todo espanto el diario espectáculo de las miserias y desarreglos de la máquina humana.
Era necesario cambiar de vida, para evitar nuevos ataques. Pensaba dedicarse a la caza con ahinco. Montaría además un gimnasio en el sitio más adecuado de la casa. En fin, se prometía ser otro hombre así que curase del todo. Cecilia aplaudía aquella decisión; prometía ir con él algunas veces. Gozaba mucho más en Tejada que en Sarrió. Había nacido para aldeana. El se reía de aquellos propósitos.
Palabra del Dia
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