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Actualizado: 17 de noviembre de 2025
Iban vestidos de sarga negra, con el cuello de la blusa abierto y los brazos arremangados. En la cabeza llevaban un gorrito blanco con las alas levantadas, semejante á los barquichuelos de papel que construyen los niños.
Habían llegado arriba de la cuesta, y de un ligero brinco el joven Princetot tomó de nuevo su sitio en el carruaje; cosquilleó con su látigo el cuello del caballo y recomenzó éste su trote ligero.
¿Quién se lo ha dicho a usted? repuso vivamente, asiéndome por el cuello. ¡Oh! no sé nada. Prefiero esto, porque no sobreviviría a semejante golpe. Desde mi partida, desde hace tres meses, ha abandonado la Opera y nadie tiene noticias de ella. ¿Qué le han dicho sus compañeras? ¡Barbaridades!
Tres damas se retiraron muy luego; pero no las señoritas Gunn, que el deseo de la señora Osgood de esperar a su sobrina, les diera motivo para quedarse, a ver el traje de aquella belleza rústica. Hubo para ellas un verdadero placer, desde el momento en que se abrió la caja en que todo olía a alhucema y hojas de rosas, hasta que el pequeño collar de corales quedó ceñido a su fino cuello blanco.
Lilí, al oír esto, saltó espontáneamente de la silla y se arrojó al cuello de su madre, cubriéndole el rostro de besos, llorando y riendo al mismo tiempo, como se mezclan la lluvia y el sol en un chubasco de mayo. Ella se enterneció un poquito y derramó tres lagrimitas.
Un niño de jaspe veteado oscuro sentado de un lado con un delfín que le abraza el cuello de media vara de alto sobre su pedestal, delgado de dos pulgadas. Una cabeza de marmol colosal de dos cuartas y media de alto. Otro niño de marmol en acto de dormir de cuarta y media de largo.
El lodo cubra tu cabeza infame, Tu cuello dobla al récio bofeton, De tu señor el pié sangriento lame, Y de tu labio mane corrupcion! Sicario vil entre sicarios seas, Sucios insectos cubran tus heridas, Arrastrado cual vívora te veas, Y Dios te dé para sufrir, mil vidas!
Iba, pues, a auxiliar a los reos de muerte en la capilla y a darles conversación en la hora tremenda, hablándoles de lo tonta que es esta vida, de lo bueno que es Dios y de lo ricamente que iban a estar en la gloria. ¡Qué sería de los pobrecitos reos si no tuvieran quien les diera un poco de jarabe de pico antes de entregar su cuello al verdugo!
11 Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón con la corona con que le coronó su madre el día de su desposorio, y el día del gozo de su corazón. 4 Tu cuello, como la torre de David, edificada para enseñar; mil escudos están colgados de ella, todos escudos de valientes. 5 Tus dos pechos, como dos cabritos mellizos de gama, que son apacentados entre los lirios.
Yo era hermoso, y tú, con esa palidez de Santo Cristo viejo y sin barniz, das grima. Mis ojos derramaban la alegría y la felicidad y los tuyos están mortecinos y sin brillo. ¿Cómo puedo creer que el hombre mejor vestido de Madrid sea este que aquí veo dentro de esta levitita abotonada hasta el cuello, con los ojales rotos y los bordes grasientos y con flecos? Vivir así es peor que cien muertes.
Palabra del Dia
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