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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Morsamor sacó la espada, le recibió con calma y paró con inaudita destreza todas sus cuchilladas y estocadas. Repugnaba Morsamor darle muerte. Estaba seguro de su inmensa superioridad.
Suman los cargos doscientos Y sesenta mil escudos. ¿No más? Es poco. No creo Que tal reino en todo el mundo Se haya ganado con menos. Yo se lo voto á los diablos: Y que sustento y dinero se quitaba á cuchilladas. También traigo yo papel: Vayan, vayan escribiendo. Memoria de lo que tengo Gastado en esta conquista, Que me cuesta sangre y sueño, Y algunas canas también.
Habéis de saber que en tierra de Francia continúan los cintarazos, porque andan como siempre divididos y en armas brabantinos, nanteses, gascones y aventureros de todas clases, sin contar numerosas bandas de rufianes sin bandera, que cercan y saquean ciudades y dan y reciben cuchilladas sin cuento.
La sobrina decía lo mesmo, y aun decía más: -Sepa, señor maese Nicolás -que éste era el nombre del barbero-, que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches, al cabo de los cuales, arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada y andaba a cuchilladas con las paredes; y cuando estaba muy cansado, decía que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las feridas que había recebido en la batalla; y bebíase luego un gran jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísima bebida que le había traído el sabio Esquife, un grande encantador y amigo suyo.
Prenda muy apropósito era el tupido manto para las aventuras y galanteros, que como dijo el poeta «siempre el manto fué en España tapa enredijos de amor....» y con harta frecuencia los autores de aquellos tiempos se lamentaban de los lances á que el uso de tal prenda daba lugar y en los cuales había con frecuencia tajos y cuchilladas de galanes rivales ó de burlados esposos y amantes.
Despertaron á los dormidos pasajeros con el sobresalto y asombro que suele causar cualquier alboroto á los que están durmiendo, y más oyendo nombrar fuego, voz que con más terror atemoriza los ánimos más constantes, rodando unos las escaleras para bajar más apriesa, otros saltando por las ventanas que caían al patio de la posada, otros que por pulgas ó temor de las chinches dormían en cueros como vinagre, hechos Adanes del baratillo, poniendo manos donde habían de estar las hojas de higuera, siguiendo á los demás y acompañándolos Don Cleofás con los calzones revueltos al brazo y una alfagía, que por no encontrar la espada topó acaso en su aposento, como si en los incendios y fantasmas importase andar á palos ni cuchilladas: natural socorro del miedo en las repentinas invasiones.
Fernan Jimenez de Arenós con el mismo descuido que Berenguer de Entenza, iba desarmado, y retirando su gente á cuchilladas, fué advertido de la muerte de Berenguer y que con cuidado le iban buscando para matarle; y así con alguna gente que pudo recoger y llevar tras sí, se salió del campo y tuvo por más seguro entregarse á los Griegos que á Rocafort.
El bufón desnudó su puñal y corrió también, pero cuando llegaba á la Cava Baja se encontró con que el ruido de las cuchilladas había cesado, y en su lugar se escuchaban á un tiempo grandes carcajadas y la voz trémula, turbada, del cocinero mayor, que decía: ¡Ah, señor! ¡señor! ¡me habéis salvado y os habéis salvado á vos mismo!
Trataba en vidas y era tendero de cuchilladas, y no le iba mal. Traía la muestra de ellas en su cara, y por las que le habían dado concertaba tamaño y hondura de las que había de dar. Decía: «No hay tal maestro como el bien acuchillado»; y tenía razón, porque la cara era una cuera y él un cuero. Díjome que me había de ir a cenar con él y otros camaradas, y que ellos me volverían al mesón.
Por Dios y por los santos, ¿cabe nada más ridículo que un diálogo amoroso, en que aparece á cada momento la palabra usted, hecha para preguntar cómo está el tiempo, los precios de la carne, etc.?... Pues bien: yo figuraría mis personajes en el siglo XVII, y abriría la escena con gran ruido de cuchilladas y muchos pardieces y voto á sanes; después el ir y venir de los alguaciles, y, por último, la voz cascada de una vieja alcahueta que acude con su farolito á reconocer la cara del muerto.»
Palabra del Dia
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